20 de agosto de 2007

¿Realismo mágico?

fsegovia@interactive.net.ec

Hay veces que los temas se entrecruzan, las ideas revolotean, los problemas preocupan y las noticias de cada día impregnan incertidumbres antes que certezas. El título de este ensayo les puede resultar extraño, y lo es. Porque acercarse a la realidad es una tarea compleja, en la línea del pensamiento de Edgar Morin. Es que la realidad es mucho más que lo que captan los sentidos, mucho más que la impresión de una foto o el registro de un video.
...

Por Fausto Segovia Baus

La realidad que estudiamos es fragmentada, localizada, específica que desagrega “algo” del todo, pero que al representarse resulta difusa, irreconocible y cruel. Así sucede con la realidad que pretendemos analizar, porque se agrega un sesgo definitivamente infranqueable: la subjetividad.

La vida por eso es hermosa: intersubjetiva e irreal, a veces, porque se halla pintada de sentimientos que impregnan la palabra o el discurso, deformándolo. O bien saturada de razones, con altos niveles de pensamiento, donde la lógica es un recurso para persuadir, pero también para deformar esa realidad difusa que aparece a nuestro rededor. Y también es práctica, objeto o acción que recurre en un tiempo real o virtual, donde la imaginación cobra vigencia. En estos tres casos –sentimiento, pensamiento y acción- la realidad está internalizada por los sujetos y comunicada también a otros sujetos, que sienten, piensan y actúan diferente.

En este plano intersubjetivo la realidad se halla entonces en cuestión. Y quienes tenemos el privilegio de analizarla, corremos el riesgo de ser injustos –por decir un término- con escenarios y protagonistas de la comedia humana, en la que deambulan los siete pecados capitales, las virtudes teologales o los diez mandamientos, es decir, los vestigios de esos catecismos aprendidos, memorizados y olvidados, atrapados –colapsados sería mejor- en la vorágine de una modernidad que ha puesto en el centro de las preocupaciones al hedonismo, al mercado y en general al egoísmo.

Estas disquisiciones vinieron a mi mente cuando oí a más de un candidato a asambleísta expresiones como “cambiar la realidad”, “transformar la sociedad”, “expedir nuevas leyes” para “fundar la justicia, el amor y la equidad contra los poderosos de siempre”…

¿Realismo mágico? Todos sabemos que la realidad no se la cambia con leyes, necesariamente; la realidad no se la transforma por decretos, necesariamente. La realidad pasa necesariamente por la vida. Y la defensa de la vida, hoy amenazada, tiene un actor imprescindible: el ciudadano o ciudadana, que tiene que luchar para sobrevivir, creer en imágenes y discursos que propalan la incertidumbre y la réplica de promesas jamás cumplidas, de quienes ofrecieron el “cambio” y la realidad se vengó con aquellos que mintieron.

La crisis religiosa

fsegovia@interactive.net.ec

En este caso no deseo referirme a estadísticas, sino a tendencias que se perciben en los diferentes escenarios humanos y sociales.

Por Fausto Segovia Baus

Una de las tendencias –producto de varios factores, que analizaré más adelante- es la denominada crisis religiosa, que antaño se refería a la falta o disminución de vocaciones religiosas. Hoy el tema es más complejo, más global, más profundo. Me refiero a la secularización del mundo que, para bien o para mal, es una gigantesca ola –en los términos utilizados por Alvin Toffler- que para unos es la liberación de las conciencias, y para otros el comienzo de una era de decadencia moral.

Un hecho es incontrovertible: la modernidad -entendida como un sistema de pensamiento centrado el mercado y en el confort- ha llegado a su apogeo. El ser humano descubrió tardíamente que el progreso no es ilimitado. El calentamiento global es apenas una amenaza, entre otras, que impide que la sociedad humana –y no solo un país, región o continente- sea sustentable en un futuro cercano.

Otra amenaza es la pobreza, caldo de cultivo de la exclusión social, económica y política a la que han estado sometidos muchos pueblos. La deuda externa, contratada a espalda de los ciudadanos y reconocida como espacio inequívoco de la corrupción, es también otro reducto de la injusticia global.

La crisis religiosa es el telón de fondo de todas las crisis mundiales, y más grave aún porque se ha instalado en el corazón de los seres humanos. Nietzche dijo en alguna ocasión que “Dios ha muerto”, y Baudillard –recién fallecido- dio algunos indicios de lo que él denominó la “muerte del sujeto”, ante el saqueo inmisericorde de la persona humana en manos de la revolución tecnológica, el hedonismo y el consumismo sinfín.

La secularización mencionada arriba es hija de la modernidad, considerada como la madre y maestra del capitalismo salvaje, cuyo superhéroe es la industrialización, que va ya por varias generaciones, y que ha convertido a todos los seres humanos, sin excepción, en clientes. Las creencias, en este contexto, no han sido la excepción, gracias al descomunal avance de las comunicaciones –especialmente la comunicación y la Internet- que han diseñado nuevos “nichos”, nuevos dioses –el poder, el dinero y el placer-, nuevos “credos” y nuevos profetas.

La nueva religión de la modernidad es entonces el consumo, y su ícono principal el supermercado. Este unipolarismo de la política y la economía, sin embargo, no ha logrado resolver los problemas humanos. Y el “nuevo hombre” sigue siendo una utopía, mientras la pobreza moral y económica se expande por todo el planeta.

La crisis religiosa tiene raíces profundas, y es igual o mayor que la crisis de todos los Estados en su conjunto. ¿Qué opina usted al respecto?

13 de agosto de 2007

Los amores de Montalvo

fsegovia@interactive.net.ec

Juan Montalvo Fiallos, polemista, ensayista y periodista de excepción, fue uno de los escritores más fecundos que ha tenido el Ecuador. Sin embargo, su entrega a las labores de la pluma, sus continuos destierros –tres en total- y su especial tendencia hacia la soledad, le impidieron llevar una vida hogareña estable y feliz. Dueño de un destino movedizo, lleno de azares y riesgos, Montalvo tuvo una vida sentimental salpicada de alegrías y sinsabores. En total tuvo cinco hijos: dos en Ambato, dos en Ipiales y uno en París. Murió el 17 de enero de 1889.

Por Fausto Segovia Baus

La vida cotidiana de Juan Montalvo es poco conocida. La mayoría de los estudios enfatiza, como es obvio, en la obra montalvina y su trascendencia literaria, histórica y política. La faz humana del escritor ha sido relegada, a no ser por la excelente contribución brindada en los últimos tiempos por Galo René Pérez, quien publicó una biografía de Montalvo ricamente documentada.

En esta obra auspiciada por el Banco Central, hemos podido descubrir a un Montalvo de carne y hueso. A ese ser misántropo, taciturno, de presencia altiva pero con un dejo de tristeza en su mirada; a ese hombre que luchó y sufrió por sus ideales y su vocación –la de escritor- que, sin embargo, le dio satisfacciones y sinsabores y, paradójicamente, ni un solo centavo para su sustento; a ese ser que vivía siempre endeudado y perseguido por los tiranos; a ese ser enfermo –era reumático- pero que jamás declinó ante la adversidad; a ser que amó apasionadamente y no se inmutó ante los decires de la gente; finalmente, a ese ser subyugado por la pluma y que, por su condición de viajero pertinaz – casi siempre estaba con el pie en el estribo- no cumplió a cabalidad con sus deberes de esposo y padre.

HORIZONTE PERSONAL

La vida personal de Montalvo tuvo pues características muy especiales. Su condición de escritor combativo le significó una serie de penalidades frustraciones. Su ostracismo, la falta de un calor familiar genuino limitó –o definió- su horizonte personal. A esto se añadía su precario estado de salud y la falta de ingresos regulares.

Recordemos que Montalvo por su formación fue un espíritu libre. Sus escritos de libelista lo atestiguan. Aunque formado en el seminario de San Luis de los jesuitas, su amor a la lectura le llevó por caminos insospechados. De la retórica y a la filosofía, pasó fácilmente a los clásicos y luego, por decisión propia, aprendió a formar sus ideas y a expresarlas dentro de una rigurosidad suma Plutarco y Cicerón definieron tempranamente su vocación de grandeza.

Estas inclinaciones marcaron para siempre el destino de su vida y obras. Pregonó y practicó la libertad en una época signada por la tradición y las ideas religiosas. A esto se añade, según su biógrafo, que los años de estancia en Paris -su primer viaje- debieron influir en su ética del amor. Pero tampoco se podría decir que Montalvo era un libertino o proclive al erotismo desenfrenado. No. Galo René Pérez expresa que Montalvo era “moderado en los reclamos del sexo”. Incluso, recuerda el biógrafo, el desagrado con que Montalvo comentó las escenas de fornicación y el lenguaje revelador del naturalismo francés. Podríamos decir, por lo mismo, que Montalvo fue un ser humano, un hombre de su tiempo.

SU PRIMER AMOR

María Manuela Guzmán, ambateña, de 28 años de edad, fue el primer amor de Montalvo. El tenía 31 años. Sus amores tuvieron como escenario el idílico ambiente de Ficoa, en los alrededores de Ambato. Sus relaciones amorosas debieron comenzar a fines de 1863.

Esto dice de su amada en el folleto No.3 de El Cosmopolita, publicada en mayo de 1866:

“Llegas entonces, y descubro todo
ser amor y no más, Adelaida;
amor indescifrable, amor sin pago
y sin objeto, que sí solo ardía.”

“Y me pongo a adorarte al punto mismo,
si el cariño al cariño siempre excita;
porque mirarme y conturbarte era uno,
y mi mano al tocar te estremecía.”

Así era Montalvo: un hombre romántico y apasionado. Por algo escribió el propio Montalvo “Don Juan de la Flor”, un pasaje hermoso sobre el amor publicado en su Geometría Moral, en el que se trata de cuerpo entero.

Juan y María Manuela -ambos de temperamento borrascoso- mantuvieron sus amores clandestinos por algún tiempo. De este amor nació en Ambato su hijo -Juan Carlos Alfonso- bautizado el 29 de julio de 1866, como hijo natural del escritor María Manuela Guzmán.

Este hijo turbó las relaciones de la pareja, porque causó serios disgustos en la casa de los padres de María Manuela. Esta fue agredida por su herido padre y Montalvo llevó dentro de sí una amarga sensación de culpa. Montalvo habló con el padre de la joven, reconoció su culpa y abogó por ella, prometiéndole no perturbarla jamás. De este modo, los dos amantes rompieron y el rencor mutuo se apoderó de ellos.

Juan Carlos Alfonso creció junto a su madre. Montalvo retornó a su inveterada soledad y a sus viajes a Quito, en busca de editor para sus escritos. Sin embargo, por intercesión de un amigo, su hijo le era enviado con cierta periodicidad. Así se refiere Montalvo de su hijito, según galo René Pérez: “Cinco meses de edad y ya conoce a su padre: alegre, movible, ruidoso, es una tempestadcilla en mi mesa de escribir...”

Más tarde, el 7 de octubre de 1868, luego de intensos cabildeos, un año después de haber publicado en El Cosmopolita el opúsculo “Carta de un joven padre”, que es una especie de desahogo personal sobre su situación, Juan Montalvo contrajo matrimonio con su amante y madre de su primogénito.

A partir de este matrimonio se reiniciaron las visitas de Montalvo a la casa de los Guzmán. Y parecía que la pareja retornaba a su cauce. Pero la fatalidad quebró los planes de la familia. En enero de 1869, apenas tres meses después de la reconciliación y boda, Juan Montalvo fue obligado a expatriarse para evitar los arrebatos de venganza de su enemigo político, Gabriel García Moreno.

Este destierro contribuiría a la terminación de las relaciones con María Manuela, que se encontraba embarazada de otra criatura -María del Carmen Montalvo Guzmán- nacida en Ambato el 8 de mayo de 1869, a los siete meses exactos del matrimonio, lo que hace suponer que María del Carmen fue engendrada fuera del matrimonio o fue una niña sietemesina, como bien lo anota su biógrafo. A esta hija conoció Montalvo a los siete años de edad.

Sin embargo, pese a estos avatares, así recordaba Juan Montalvo a su querida María Manuela:
“Yo soy ése que tú amabas; yo soy ése que descansaba en tu regazo; yo soy ése con cuya ensortijada cabellera tus dedos se entretenían; yo soy ése de cuyo cuello te colgabas, a quien mirabas con ojos rebosantes de amor”.

María Manuela Guzmán, su esposa legítima, moriría a los 42 años, el 23 de octubre de 1882, hecho que fue ignorado por Montalvo.

SUS AMORES EN IPIALES

Ya en Ipiales -que entonces era apenas una aldea- Montalvo inició una etapa gris, de amargas incertidumbres. Su misantropía incurable se acentuó en aquellos desolados y fríos parajes colombianos. Compartía el pan de mesa ajena; sufría por la pérdida del hogar y agobiado por el destierro, no tenía otra alternativa que andar por los lomeríos y escribir.

Luego, con la ayuda de Eloy Alfaro, emprendería su segundo viaje a Europa y pisó por pocos meses tierras peruanas. Su vieja enfermedad reumática hizo estragos en su humanidad, pero decidió finalmente retornar a Ipiales.

En este pueblo sucedió algo singular, que el escritor jamás aludió, ni en cartas, ni en libros, ni en documento alguno: sus amores con una empleada de apellido Hernández que le lavaba y planchaba la ropa, con quien tuvo dos hijos ilegítimos: Adán y Visitación, hecho descrito por Oscar Efrén Reyes, y cuyos registros bautismales fueron hallados por el Dr. Fernando Jurado Noboa, según referencia de Galo René Pérez. Este concubinato lo mantuvo por varios años.
Pero lo más raro, según Galo René Pérez, y al parecer nada justificable, es que “Montalvo se encerró también en su silencio de igual carácter, de indiferencia y olvido, frente a su hija de matrimonio, María del Carmen Montalvo Guzmán, hermana menor de aquel niño ambateño -Juan Carlos Alfonso- que murió prematuramente, y la cual vivió con María Manuela y sus abuelos maternos”.

EUROPA Y SU DESTINO

Muerto García Moreno, a quien de buena gana le hubiera perdonado la vida al gran tirano, Montalvo regresó al Ecuador. Su biógrafo anota que durante su estadía en Quito (1876) tuvo pequeños contactos con sus familiares, de manera especial con su hermana monja -Isabel Adelaida del Espíritu Santo- y su pequeña María del carmen, que ya tenía siete años de edad.

Y tras la ascensión al poder de Veintimilla -a quien le dedicó la Catilinarias- con el tuvo notables discrepancias, volvió a su antiguo reducto -Ipiales-, y poco después, con la ayuda de su amigo Eloy Alfaro emprendió viaje a Panamá y más tarde a Europa, a donde llegó el 25 de septiembre de 1881. Este sería su último y definitivo viaje.

AUGUSTINE CONOUX

La suma de azares y riesgos, provocados por los continuos ocultamientos derivados de su actividad periodística y los frecuentes exilios, hicieron de Montalvo un hombre desprendido de los deberes familiares.

En París, Montalvo llevaba una vida tranquila. Escribía para el famoso diario Le Fígaro, paseaba por sus parques y avenidas, revisaba sus escritos y mantenía, eso sí, una activa correspondencia con sus amigos.

En 1883, por sugerencia de éstos, de manera especial de Emilia Pardo Bazán, Montalvo viajó a España, y en este país permaneció dos meses. En Madrid hizo amistad con Clotidina Cerdá y Bosh, hermosa mujer catalana, de 21 años, con quien mantuvo un fugaz enlace romántico. Clotidina le llamaba “Adorado Montalvo”, según confidencia de Fernando Jurado Noboa, genealogista.

Su soledad inveterada fue matizada en París con la amistad y el cariño de una campesina francesa, de atractivos innegables -Augustine Catherine Conoux-, hija de una sastre que vivía en la ciudad Luz de su profesión de modista y tareas de aseo en residencias o departamentos. Esta relación iniciada en 1882 y que duró más de seis años, fue dada a conocer por el propio escritor a su hermano, cinco meses antes de su muerte, desde su lecho, el 22 de agosto de 1888, según constancia de Galo René Pérez.

Así escribe Montalvo de su amada, cinco meses antes de su muerte: “En verdad, ella me ha salvado la vida con sus desvelos y su vigilancia. Tres meses de calentura y anonadamiento habrían sobrado para acabar conmigo la insistencia de este ángel de mi guarda. Después de seis años que vivo en familia, me ha salvado tres veces la vida por su amor por mí, y me ha dado un muchacho, Juanito, de dos años...”

De esta manera, el ciclo vital de Montalvo “polemista, ensayista, pensador y maestro insigne de la prosa castellana”, según reza en una lápida ubicada en el edificio de cinco plantas de la calle Cardinet No. 26, de la capital francesa, terminó el 17 de enero de 1889.

Su vida sentimental estuvo, como se ha descrito, determinada por los sinsabores de su condición de libelista y exiliado, que de ningún modo opaca o debilita su grandeza como hombre entregado a las letras y a los destinos más elevados de su querido país: el Ecuador. El amor al Ecuador y su destino fue el sentimiento más fuerte que predominó en la personalidad de Montalvo.

La Patria como sentido

fsegovia@interactive.net.ec

El tema de la Patria ha dejado de ser una construcción curricular ligada a los procesos de enseñanza-aprendizaje de Estudios Sociales o de Cívica en el ámbito escolar. Ahora la Patria es un contenido político. Está en todas partes. Al principio el lema fue “La Patria vuelve”, que incorporó sin escrúpulos la letra y música del himno “Patria”, que todos cantamos de niños y jóvenes, mientras que el eslogan de hoy “La Patria es de todos”.
....
Por Fausto Segovia Baus

El himno “Patria” fue compuesto por Manuel María Sánchez y la música por Sixto María Durán, quienes, lamentablemente, no han sido reivindicados en los créditos. De las nueve estrofas de “Patria” se utilizan dos, que los escolares ecuatorianos cantan desde 1929, y que fueron reconocidas por Nicolás Jiménez como “nuestro segundo himno nacional”:
“Patria, tierra sagrada de honor y de hidalguía,/ que fecundó la sangre y engrandeció el dolor,/¡cómo me enorgullece poder llamarte mía,/mía, como a mi madre, con infinito amor!
“Por tus cruentos martirios y tus dolientes horas,/ por tus épicas luchas y tu aureola triunfal,/por tus noches sombrías y tus bellas auroras,/cúbrenos siempre ¡Oh Patria! con tu iris inmortal”.

Conceptualmente la palabra Patria viene del latín patr_a, familia o clan igual patris. La Patria, según el himno de Manuel María Sánchez, alude con fuerza a la noción secular de familia, que asocia, según el laicismo, la Patria con la madre, la Patria con el hogar. La Patria según este discurso es tan elevado como el amor a la madre, es un santuario laico, una “tierra sagrada de honor y de hidalguía, que fecundó la sangre y engrandeció el dolor”. La trama heroica de la Patria se funde en última instancia con el orgullo y la pertenencia: “¡Cómo me enorgullece poder llamarte mía!”.

La “lectura” del discurso de Correa debe contextualizarse. La Patria fue saqueada, olvidada y utilizada por las mafias –según Correa-; en otros términos, por la derecha. Ahora, la Patria “vuelve”, es decir, es la esperanza, el cambio que se avecina y la recuperación de la soberanía, con el socialismo del siglo XXI.

El pueblo y la Patria se incorporan en el discurso de Correa para confrontar a los que supuestamente destruyeron al país. Este ánimo contestatario se enmarca dentro de una lógica política que sitúa a los unos con la partidocracia y el pasado, y a los otros -su gobierno- con el cambio y el futuro. Para ello sacraliza a la Patria mediante un concepto unidimensional de Patria que, antes de integrar o incluir, excluye a los que no están de acuerdo, a quienes los afilia a la corrupción y al pasado. Este sentido de Patria puede ser un sesgo peligroso, aún cuando se repita con insistencia que “la Patria ya es de todos”. ¿De todos los que aplauden el discurso unívoco de Correa?

La Patria es mucho más que un discurso excluyente o un sentimiento patriotero. Por lo tanto, no agrada el uso abusivo de los símbolos patrios.

Digámoslo claro: el irrespeto es general. Nadie respeta lo que significa la Patria y sus valores, porque todo se ha banalizado y manipulado en nombre de la oportunidad, ahora con el apoyo de la mediática.

Lamentablemente –y hay que denunciarlo- es el propio gobierno el que utiliza una de las canciones patrias más emblemáticas “!Patria, tierra sagrada!” que, con fervor, todos, sin excepción, la hemos cantado desde niños en momentos especiales como la Jura de la Bandera y cuando recordamos hechos heroicos como la Batalla del Pichincha, la Batalla de Tarqui y la victoria de El Cenepa, entre otras celebraciones. Las Fuerzas Armadas del Ecuador en sus gallardos desfiles cantan “!Patria, tierra sagrada!”, y la han incluido en discos de la milicia, CDS, videos junto al Himno Nacional.

Por esta razón causa mucha pena, por decir lo menos, que el gobierno y los patrocinadores de la campaña a favor de la asamblea, menoscaben este patrimonio cívico de los ecuatorianos. No es posible que las canciones del Ecuador sean usadas para propósitos políticos coyunturales, en menoscabo de ese patrimonio. Los ciudadanos y ciudadanas de bien no podemos aceptar este desacato y ofensa a la dignidad de la Nación, y exigimos una inmediata rectificación.
Por último, los niños y niñas del Ecuador constituyen la reserva moral del Ecuador, por lo que resulta un acto antidemocrático imponer una o varias canciones cívicas, en el medio escolar, como parte de una estrategia publicitaria del gobierno, con propósitos políticos partidistas.

Basta de autoritarismos.

Las promesas electorales

fsegovia@interactive.net.ec

La campaña electoral para elegir a 130 asambleístas comenzará hoy, 13 de agosto, y finalizará el 27 de septiembre. La Asamblea Nacional Constituyente, promovida por el presidente Rafael Correa, y que debe transformar las instituciones del Estado y redactar una nueva Carta Magna, fue aprobada con el apoyo del 82 por ciento de votos el pasado 15 de abril en una consulta popular.
...

Por Fausto Segovia Baus


De acuerdo con el estatuto, 100 de los representantes serán elegidos por circunscripciones provinciales, 24 por una circunscripción nacional única y 6 entre los residentes en el extranjero, dos de los que viven en Europa, otros dos de EEUU y Canadá, y los dos restantes en países de América Latina.

El período previo a la campaña oficial ha sido fuertemente cuestionado por la opinión pública, que ha observado numerosas infracciones de candidatos del partido del gobierno, quienes acompañaron al Presidente en varias inauguraciones e inspecciones de obras, expresamente prohibidas por el estatuto vigente. Entretanto, el TSE de mayoría gobiernista no pasó del exhorto, que demostró una vez más la debilidad institucional del Ecuador frente a excesos comprobados por todos los medios de comunicación y desmentidos por el régimen.

El pueblo ecuatoriano en este lapso recibirá una verdadera avalancha de promesas, a través de mensajes pagados por el Estado y difundidos por diferentes medios masivos. Será la preparación para escoger a los mejores ciudadanos y ciudadanas, y sobre todo a quienes presenten propuestas viables.

La elección no será fácil, aun cuando cada elector vaya con una “ayuda memoria”, pues, de acuerdo a los pilotajes realizados por el TSE la “sábana” que recibiremos será tan grande, que la gente bien preparada y letrada necesitará al menos cinco minutos. Esto en la parte formal, y en la de fondo debemos ser optimistas en principio, aunque la incertidumbre llena el panorama electoral.

Veamos algunos escenarios: 1) el Presidente Correa obtiene una mayoría afín a su proyecto político. La Asamblea de plenos poderes podría dar por terminado el período del Congreso, y comenzar en el Ecuador una etapa de autoritarismo. Esta posibilidad es real, pero tiene riesgos; 2) el Presidente no obtiene mayoría; por lo tanto, no podría realizar las reformas anunciadas. La confrontación podría generar una crisis generalizada; 3) las fuerzas políticas, económicas y sociales formulan un acuerdo nacional, y como resultado surge un proyecto político nuevo, diferente y de concertación nacional.

Por eso, las promesas electorales deben impedir los extremismos, de izquierda o de derecha, y ofrecer cambios que estén mediados por el sentido común y la realidad. En esa línea de pensamiento un acuerdo nacional es urgente.

27 de julio de 2007

Jefferson Pérez: ejemplo de constancia

fsegovia@interactive.net.ec


Sí, el nuevo triunfo de Jefferson Pérez en los Juegos Panamericanos no es producto de la improvisación; es el resultado de la honradez deportiva, del entrenamiento organizado, de la disciplina y la constancia, en función de metas claras. ¡Qué lecciones más hermosas que nos ha dado este deportista!
...

Por Fausto Segovia Baus

Nacido de una familia cuencana -y no digo humilde, como dicen muchos porque ser pobre no es un baldón o afrenta-, Jefferson Pérez nos ha enseñado a amar al deporte, como expresión de una actividad saludable y, sobre todo, de un trabajo en equipo donde la solidaridad, la estrategia y el esfuerzo han sido sus valores permanentes.Pero más allá de las preseas -muchas de ellas doradas, en el ámbito mundial y regional- está su actitud frente a la vida, el proyecto de este hombre luchador, que no se amilana ante los obstáculos, ante el dolor y logra sus objetivos con sacrificio, prácticamente al límite de su resistencia física. Y cuando llega a la meta duramente conseguida, lo primero que ha hecho es cobijarse con la bandera nacional.

¡Jefferson Pérez es un ícono, un referente inigualable, sencillo en el triunfo y humano en la derrota, al reconocer con hidalguía el esfuerzo ajeno!

Tengo la impresión que el Ecuador ha sido ingrato con Jefferson Pérez. Si bien los lauros de este plusmarquista mundial, en alguna medida, nos pertenecen hay que reconocer que nuestro país ha llegado a las vitrinas más altas del deporte de alta competencia, gracias a la dedicación, compromiso y trabajo individuales. Por eso, su mérito es mayor y la gratitud podría expresarse de muchas maneras y no necesariamente a través de monumentos -que ya los tiene-, medallas -la colección es notable- o pergaminos -que ya sobran en las paredes y archivos.

En esta oportunidad me permito proponer a la Cancillería que designe a Jefferson Pérez como diplomático itinerante del Ecuador, y con el auspicio de la UNICEF y/o la UNESCO, represente a los niños del Ecuador y del mundo en un proyecto en favor de la eliminación de la pobreza, la exclusión y la inequidad.

Recordemos que el Ecuador tiene en Jefferson Pérez un raro ejemplo de constancia, de búsqueda de identidad, motivación y de fortaleza física y ética, que supera las fronteras territoriales.La razón es obvia: antes de cualquier designación -por relevante que sea- Jefferson Pérez ya ha llenado las páginas de los periódicos de todo el mundo, de todas las páginas web del mundo, de todas las revistas deportivas del mundo.

Sería, por lo tanto, un paso efectivo que, más que un galardón que ya no lo necesita, convertiría al deportista en un ciudadano universal, y en tal condición en un verdadero trotamundos, ya no sólo en las calles y escenarios deportivos donde ha conseguido varias veces la gloria, sino un luchador contra las causas de la pobreza y todas las patologías sociales.

22 de julio de 2007

Democracia liberal versus Democracia ciudadana

fsegovia@interactive.net.ec

La ortodoxia considera que la democracia es el conjunto de procedimientos para elegir gobernantes. Esta teoría elitista de la política es cuestionada por la teoría participativa que, sin salirse del enfoque institucional, intenta recuperar la acción política para los ciudadanos, pero dentro del ámbito del Estado y sus instituciones.

Por Fausto Segovia Baus

Un modelo distinto de concebir la política y hacer política se orienta a desestatizar la política, en el sentido que los asuntos públicos, en esencia, conciernen no solo exclusiva y excluyentemente al Estado, como plantea la teoría tradicional, sino a la sociedad civil.

Dos corrientes

En general se visualiza dos grandes corrientes: las democracias liberables que padecen una grave crisis de representatividad, y la sociedad civil, que busca denodadamente espacios que intentan resolver el dilema de los que creen -y hay muchas razones para ello- que la política equivale a corrupción, es decir, a una perversión de lo político.


Si la política es “materialmente de nadie y potencialmente de todos”, está en los sujetos concretos y no en algunas instituciones -virtualmente desacreditadas- la construcción de una democracia posible. ¿Qué hacer entonces para lograr que ese “privatismo apolítico”, esto es, aquel en el que el individuo se refugia en lo privado, sin ningún contacto con lo social ni con lo político, tenga una salida hacia una participación real en las cuestiones que interesan a todos?


La respuesta no es fácil, porque este tipo de individuo -ensimismado y sin proyección histórico-social- está, en cierto modo, favorecido por el sistema que sacraliza el voto (El voto es igual a democracia, lo cual es un sofisma, porque el sufragio no pasa de ser para muchos un mero ejercicio formal de elección a cambio de un certificado). Otra razón es que los llamados políticos profesionales nos tratan en época de elecciones como infantes o clientes, donde las demandas de los ciudadanos no aparecen.

La alternativa

La alternativa, a contrapelo de las tendencias privatistas, es proponer la solidaridad como esencia de la democracia, sobre la base de animar la participación efectiva; no la manifestación ni el griterío, sino la generación de propuestas y acciones que ayuden a creer y crear oportunidades para construir un mejor Ecuador.


Pero la solidaridad no basta, según Jesús Martín Barbero: “Tenemos una cultura política trasplantada que se condensó en instituciones formales necesarísimas, pero profundamente ajenas, distanciadas de los modos de ver, de sentir, de decir, de estos países”. Así, los partidos tradicionales no sintonizaron con la cultura política del pueblo y se produjo una especie de simulación, que dio origen a los populismos puramente gestuales, sin contenidos y definitivamente antidemocráticos y antisociales.


El resultado no pudo ser más cruel: la democracia se volvió insignificante, en términos de participación de los bienes sociales. Y el populismo -que sigue vivo- tuvo la ventaja de “conectarse” con la cultura política del pueblo, mientras en la otra orilla, la hegemonía del discurso ortodoxo e intelectual, convirtió a los ciudadanos en audiencias y públicos. En ambos casos la participación ciudadana quedó en el limbo, pero al menos la Carta Magna lo regula.

El despertar de la sociedad civil


La expresión sociedad civil tiene diversas connotaciones. En lo conceptual es un grupo humano constituido por ciudadanos y ciudadanas, libres e iguales, que participan, asumiendo derechos y obligaciones, en la construcción del bien común. A diferencia de la sociedad armada, la sociedad civil es deliberante y actúa dentro de los espacios regulados por las leyes, en ámbitos del desarrollo humano y social.


La participación ciudadana es entonces una respuesta creativa frente al desgaste de los mecanismos de representación formal, porque intenta una acción directa de representación política sobre la base del reconocimiento de las diversidades políticas y culturales.
Los objetivos serían: lograr ese reconocimiento y buscar nuevas mediaciones y sensibilidades que ayuden a convocar y a aprender; a buscar soluciones antes que a recurrir a la queja, el lamento o la culpabilización; a integrar a todos, sin excluir a nadie, en la búsqueda de cumplir y hacer cumplir los deberes y responsabilidades ciudadanas, antes que el ejercicio de derechos.

Algunas preguntas

Los pueblos tienen los políticos que se merecen. ¿Los pueblos tienen los políticos que se merecen? ¿Qué tanto nos representan? ¿Nos sentimos reflejados en ellos? ¿Sentimos que ellos nos van a permitir prosperar y vivir seguros? ¿Los sentimos personajes dignos o meros oportunistas en busca de poder?


La democracia es, también, un proceso de aprendizaje, un ajuste tenso entre las necesidades sociales y los intereses partidistas. ¿Qué nos toca hacer? Presionar todo el tiempo, exigir transparencia y equilibrio de poderes, imponer procesos de rendición de cuentas. Nos toca, en pocas palabras, ciudadanizar el poder, concluye Fernando García Ramírez.

Elogio de la cordura

fsegovia@interactive.net.ec

Erasmo de Rotterdam, humanista insigne, escritor y erudito holandés (1468-1536), que en la Educación de un Príncipe expuso los deberes de un jefe de Estado, en su obra más conocida El Elogio de la Locura recreó una historia singular, con intencionada sátira, profundidad de idea y amenidad de concepto. Una reflexión para cambiar el Ecuador.

Por Fausto Segovia Baus

La razón es muy simple: “El número de locos es infinito” y ni siquiera se salvan los dioses. La Locura es hija de Pluto, único padre de los dioses y los hombres, que le hizo nacer de la más hermosa y graciosa de las ninfas, la Juventud. Le criaron a sus pechos la Embriaguez y la Ignorancia, y son sus compañeras Filaucia (amor de sí mismo), la Lisonja, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Ligereza, la Molicie, Como (dios de los festines) y el Sueño Letárgico.

En el discurso de la Locura, Erasmo prueba la tesis que todos estamos dementes en este mundo y que la Locura se encuentra en todas partes. Incluso el matrimonio, que es hijo de la Ligereza, tiene algo de Locura, y por supuesto la política, que tiene mucho de sabiduría, de amor propio, de placer –la salsa de la Locura- y naturalmente de gula.

Erasmo distingue dos tipos de Locura: “Una vomitada por los infiernos... para encender en el corazón de los mortales el ardor de la guerra, la sed insaciable del oro, de vergonzosos y criminales amores... y la otra, que emana positivamente, que es muy distinta de la primera y es el mayor bien que se puede anhelar. Ella se produce cada vez que una dulce ilusión liberta el alma de los cuidados ardientes y la sumerge en un océano de delicias...” La segunda sería entonces la más cuerda de todas las locuras.

La vigencia de la Locura de Erasmo de Rotterdam es manifiesta, pese a que fue escrita hace más de cuatro siglos. Las palabras de Erasmo parecen recuperar sentido, cuando la ironía se acerca más a la realidad que a la ficción literaria.

El poder del Príncipe, ese poder solitario, dotado de solemnes veleidades, yace débil en el trono viajero y gobierna a sus súbditos bajo la égida de una razón de Estado, aunque haya perdido el rumbo por la conspiración, por la deuda eterna que succiona el presupuesto, por el 60% de pobres descritos en el informe del BID, por los gritos de los jubilados y otros gentiles que no entienden de macroeconomía, la baja de la inflación y la mejora de las exportaciones. En tanto los tribunos y los intocables deudores del fisco, insaciables por el oro, luchan indecorosamente después de un ataque de gula.

Hagamos entonces un paréntesis, una tregua con la bendición de las virtudes teologales para escribir, al unísono, un nuevo tratado, un gran best-seller, sin ápice de cinismo: El elogio de la cordura.

9 de julio de 2007

El "sexo débil" es fuerte

fsegovia@interactive.net.ec

La ciudadanía es un concepto y una praxis que alude a la persona humana como totalidad. El género no cuenta, porque hombres y mujeres, desde el punto de vista ontológico, somos iguales en dignidad, derechos y obligaciones correlativas. Es necesario insistir en la integración de la mujer, sobre la base de equidad de género, para construir ciudadanía plena.
...
Por Fausto Segovia Baus

La discriminación de las mujeres ha sido un problema recurrente en la humanidad. El hombre –el varón- en mucho tiempo fue considerado como un ser superior, dotado de fuerza y talento, mientras la mujer –la hembra- se le confinó a la casa, a los quehaceres domésticos y al cuidado de los hijos.

Esta etapa ha sido ventajosamente superada, no cómo dádiva a las mujeres sino como derecho propio, que va, ciertamente, más allá de una disposición constitucional o legal. La verdadera ciudadanía, es decir, la que parte del respeto irrestricto de los derechos humanos, no puede concebirse sin un tratamiento igualitario de hombres y mujeres. En efecto, la igualdad ante la ley, que es una garantía constitucional, se perfecciona en la medida que en las prácticas sociales, económicas, políticas y culturas se manifiesten en actitudes, valores y comportamientos verificables.

Pero mucho camino existe por recorrer. En algunos ámbitos del quehacer colectivo, las mujeres son discriminadas. Y se da, lamentablemente, el caso que en los propios hogares, las mujeres viven en situación de desventaja psicológica, moral y económica, e inclusive maltratos de diferente tipo que inciden en su desarrollo personal y el de sus hijos.

El tema de la ciudadanía y su relación con la equidad de género es importante, porque constituye uno de los pilares donde se afirma la democracia. ¿De qué democracia podemos hablar, si “casa adentro” la mujer no tiene igualdad de oportunidades y su actividad no está suficientemente valorada por el mundo masculino? Si bien algo ha avanzado es urgente establecer estrategias para que la “inclusión” de las mujeres se dé en forma progresiva.

Según la Constitución todos, sin excepción, somos ciudadanos. No existen ciudadanos de primera ni ciudadanos de segunda, Peor diferencias en relación con los sexos. Esta afirmación lo hacemos con la convicción que es necesario reivindicar a la mujer como un ser humano que merece respeto, consideración y amor. Y porque quien dignifica a la mujer dignifica a la humanidad.

La mujer desde tiempos inmemoriales ha sido discriminada, subyugada, maltratada y usada como objeto sexual. Esta situación que parecería superada todavía se advierte en diferentes niveles de la sociedad ecuatoriana, en el tercer milenio.

Así, la discriminación en el trabajo todavía subsiste. En muchas empresas, por ejemplo, no se cumple el principio: a igual trabajo, igual remuneración, independientemente del sexo. También la situación de la mujer en la ciudad es diferente en el campo. En ambos casos, su papel está “atravesado” por la cultura, que está generalmente tiene el predominio del denominado “sexo fuerte”.

Sin embargo, en muchas ocasiones las mujeres han demostrado que no son el “sexo débil”. Gracias a su capacidad y decisión las mujeres laboran en diferentes ambientes y escenarios, antes exclusivamente reservados a los hombres. Y esta actitud ha sido saludable para la sociedad, aunque, en ocasiones, la formación de los hijos y, en general la familia se ha afectado de acuerdo con algunas investigaciones.

La mujer ha sido discriminada en el trabajo, y en otros ámbitos como en la política, la educación, la ciencia y en otros campos. La lucha de las mujeres dio sus frutos. Ahora las mujeres tienen garantías, derechos y deberes igual que los hombres. Se mantiene, empero, la violencia intra familiar y todo tipo de maltrato: psicológico o emocional, físico y sexual. Las oficinas de protección de las mujeres y los juzgados para tratar estos casos, no han mitigado las causas de este problema.

La participación ciudadana de las mujeres crece año tras año, y no solo cuando se presenta una elección. Ahora las mujeres hacen opinión pública favorable, generan proyectos alternativos y en casos ejercen funciones públicas y privadas relevantes.

Este nuevo papel de la mujer debe avanzar en la línea, no de competencia con el varón, sino como complemento de aquél. En este sentido, la incorporación en el currículo de la educación básica, de mensajes que privilegien la equidad entre de género es muy positivo. La agenda de la sociedad, en relación a la igualdad jurídica y de oportunidades para mujeres y hombres, por lo tanto, debe superar las declaraciones e, incluso, las leyes que quedan muchas de ellas en el papel.

Es urgente articular una visión compartida y comprometida de hombres y mujeres para cambiar las estructuras de injusticia.

Por una sociedad inclusiva

fsegovia@interactive.net.ec

El modelo de desarrollo vigente –todos lo sabemos- ha generado una democracia formal que ha legitimado la injusticia, la corrupción y la inequidad, por desventura alimentado por líderes funcionales a ese sistema.

...
Por Fausto Segovia Baus

El Foro Social de las Américas terminó en días pasados. Más de diez mil personas intervinieron en diferentes talleres, reuniones, exposiciones, debates y manifestaciones que concitaron el interés de la opinión pública nacional e internacional. Las características de este mega evento fueron la masividad, la diversidad y la representación de numerosos países, así como personajes, académicos y corrientes de pensamiento social que permitieron la participación de varios grupos etáreos: niños, jóvenes, mujeres y adultos, en un espacio legítimo de diálogo y concertación de la sociedad civil internacional, bajo el lema: “una América diferente es posible”.

La denominada “utopía social” se puso de manifiesto en conversatorios y coloquios, donde predominaron posiciones convergentes, especialmente dirigidas hacia un “no” rotundo al Tratado de Libre Comercio, y a todo convenio que, según los proponentes, “atente al modelo de desarrollo alternativo generado desde los pueblos”.

Se escucharon, por ejemplo, voces ultristas que recordaban los fogosos discursos de las décadas de los sesenta y setenta; las posiciones revolucionarias que desembocaron en aventuras románticas; posturas antiglobalizadoras, radicales de ecologistas –anteayer marxistas de buena laya-; aportes de la izquierda moderada y el centrismo, desde la social democracia y la democracia cristiana, hasta las indígenas y grupos antisistema, que luchan por la “devolución de sus tierras” usurpadas por España y hoy por las transnacionales, con todas sus gamas, colores y enfoques.

Desde el punto de vista antropológico el Foro fue un éxito de los organizadores; desde el punto de vista de la comunicación el Foro dejó, asimismo, enseñanzas, porque dio visibilidad a actores sociales y procesos en marcha; pero, desde el punto de vista de los acuerdos, muchos consideraron que “otro foro sí sería posible”, para concordar y discordar tesis y propuestas viables. Porque el “no” per se no construye nada.

El modelo de desarrollo vigente –todos lo sabemos- ha generado una democracia formal que ha legitimado la injusticia, la corrupción y la inequidad, por desventura alimentado por líderes funcionales a ese sistema. La verdadera democracia implica una sociedad inclusiva, es decir, en la que todos y todas, sin excepción, deberíamos acceder a iguales oportunidades, a la satisfacción de las necesidades básicas y a la calidad de vida.

Los candidatos que ya aparecen en la palestra deberían recoger las tesis inclusivas –por estrategia- y ponerlas en práctica; de lo contrario, la democracia no solo no sería posible, sino que con foros o sin ellos regresaríamos a la barbarie.

8 de julio de 2007

Los partidos polìticos no rinden cuentas

fsegovia@interactive.net.ec

La prensa nacional ha publicado noticias sobre una realidad incontrovertible: que los partidos políticos del Ecuador, desde el año 2000, han recibido más de veinte millones de dólares, y no han rendido cuentas de este millonario presupuesto financiado por el pueblo ecuatoriano.

Por Fausto Segovia Baus

El origen de estos recursos es doble: el Fondo Partidario Permanente y el Fondo de Reposición del Gasto Electoral. El primero se reparte cada año y el segundo cada dos cuando hay elecciones.

La Ley de Partidos vigente establece que corresponde al Tribunal Supremo Electoral el control del manejo de los fondos partidistas, pero el TSE -controlado por los propios partidos- no hace lo que debe hacer por mandato de la ley. Tampoco actúa la Contraloría General del Estado, que tiene la obligación de auditar a los organismos que reciben recursos del Estado. No sabemos las razones.

La conclusión es que los partidos políticos no rinden cuentas a nadie, y ninguna autoridad se preocupa de que la información detallada de sus gastos o inversiones conozca la opinión pública, como exigen la ley y la ética. Sus finanzas son un misterio, especialmente lo que tiene que ver con el presupuesto que el Estado destina para su funcionamiento. Esta carencia u omisión debe ser suplida con información oportuna y no bajo ninguna presión, porque es un deber de los partidos rendir cuentas cuando han recibido dineros ajenos: los del presupuesto del Estado, que se financia con recursos de la ciudadanía.

La poca o ninguna atención de los partidos a esta obligación imperativa de la ley, provoca un nuevo y lamentable episodio que afecta aún más la deteriorada imagen de la clase política ecuatoriana.

“Quien nada debe nada teme”, dice un adagio popular. Los partidos políticos que supuestamente manejan con transparencia los recursos del Estado, tienen que asumir sus responsabilidades, y cumplir con los mandatos legales. No hacerlo les quita autoridad legal y moral para exigir a otros el cumplimiento de las leyes, a través de normas que los bloques, representados por los partidos, tramitan en el Congreso. La quiebra de la institucionalidad comienza entonces por casa.

Recordemos finalmente que la institución de la rendición de cuentas es una garantía constitucional. A este paso, frente a la inopia de los partidos que se hacen de “vista gorda”, no existe otra alternativa que promover una Ley de Rendición de Cuentas, por iniciativa ciudadana, con la intervención de los medios de comunicación, y crear un sistema de veedurías sobre el presupuesto y la ejecución presupuestaria. Pero, si pasa por el Congreso, ya sabemos qué ocurriría… Tendríamos, por lo tanto, que elegir bien en las próximas elecciones.

Democracia liberal versus democracia ciudadana

fsegovia@interactive.net.ec

La ortodoxia considera que la democracia es el conjunto de procedimientos para elegir gobernantes. Esta teoría elitista de la política es cuestionada por la teoría participativa que, sin salirse del enfoque institucional, intenta recuperar la acción política para los ciudadanos, pero dentro del ámbito del Estado y sus instituciones.

Por Fausto Segovia Baus

Un modelo distinto de concebir la política y hacer política se orienta a desestatizar la política, en el sentido que los asuntos públicos, en esencia, conciernen no solo exclusiva y excluyentemente al Estado, como plantea la teoría tradicional, sino a la sociedad civil.

Dos corrientes

En general se visualiza dos grandes corrientes: las democracias liberables que padecen una grave crisis de representatividad, y la sociedad civil, que busca denodadamente espacios que intentan resolver el dilema de los que creen -y hay muchas razones para ello- que la política equivale a corrupción, es decir, a una perversión de lo político.

Si la política es “materialmente de nadie y potencialmente de todos”, está en los sujetos concretos y no en algunas instituciones -virtualmente desacreditadas- la construcción de una democracia posible. ¿Qué hacer entonces para lograr que ese “privatismo apolítico”, esto es, aquel en el que el individuo se refugia en lo privado, sin ningún contacto con lo social ni con lo político, tenga una salida hacia una participación real en las cuestiones que interesan a todos?

La respuesta no es fácil, porque este tipo de individuo -ensimismado y sin proyección histórico-social- está, en cierto modo, favorecido por el sistema que sacraliza el voto (El voto es igual a democracia, lo cual es un sofisma, porque el sufragio no pasa de ser para muchos un mero ejercicio formal de elección a cambio de un certificado). Otra razón es que los llamados políticos profesionales nos tratan en época de elecciones como infantes o clientes, donde las demandas de los ciudadanos no aparecen.

La alternativa

La alternativa, a contrapelo de las tendencias privatistas, es proponer la solidaridad como esencia de la democracia, sobre la base de animar la participación efectiva; no la manifestación ni el griterío, sino la generación de propuestas y acciones que ayuden a creer y crear oportunidades para construir un mejor Ecuador.

Pero la solidaridad no basta, según Jesús Martín Barbero: “Tenemos una cultura política trasplantada que se condensó en instituciones formales necesarísimas, pero profundamente ajenas, distanciadas de los modos de ver, de sentir, de decir, de estos países”. Así, los partidos tradicionales no sintonizaron con la cultura política del pueblo y se produjo una especie de simulación, que dio origen a los populismos puramente gestuales, sin contenidos y definitivamente antidemocráticos y antisociales.

El resultado no pudo ser más cruel: la democracia se volvió insignificante, en términos de participación de los bienes sociales. Y el populismo -que sigue vivo- tuvo la ventaja de “conectarse” con la cultura política del pueblo, mientras en la otra orilla, la hegemonía del discurso ortodoxo e intelectual, convirtió a los ciudadanos en audiencias y públicos. En ambos casos la participación ciudadana quedó en el limbo, pero al menos la Carta Magna lo regula.

El despertar de la sociedad civil

La expresión sociedad civil tiene diversas connotaciones. En lo conceptual es un grupo humano constituido por ciudadanos y ciudadanas, libres e iguales, que participan, asumiendo derechos y obligaciones, en la construcción del bien común. A diferencia de la sociedad armada, la sociedad civil es deliberante y actúa dentro de los espacios regulados por las leyes, en ámbitos del desarrollo humano y social.

La participación ciudadana es entonces una respuesta creativa frente al desgaste de los mecanismos de representación formal, porque intenta una acción directa de representación política sobre la base del reconocimiento de las diversidades políticas y culturales.
Los objetivos serían: lograr ese reconocimiento y buscar nuevas mediaciones y sensibilidades que ayuden a convocar y a aprender; a buscar soluciones antes que a recurrir a la queja, el lamento o la culpabilización; a integrar a todos, sin excluir a nadie, en la búsqueda de cumplir y hacer cumplir los deberes y responsabilidades ciudadanas, antes que el ejercicio de derechos.

Algunas preguntas

Los pueblos tienen los políticos que se merecen. ¿Los pueblos tienen los políticos que se merecen? ¿Qué tanto nos representan? ¿Nos sentimos reflejados en ellos? ¿Sentimos que ellos nos van a permitir prosperar y vivir seguros? ¿Los sentimos personajes dignos o meros oportunistas en busca de poder?

La democracia es, también, un proceso de aprendizaje, un ajuste tenso entre las necesidades sociales y los intereses partidistas. ¿Qué nos toca hacer? Presionar todo el tiempo, exigir transparencia y equilibrio de poderes, imponer procesos de rendición de cuentas. Nos toca, en pocas palabras, ciudadanizar el poder, concluye Fernando García Ramírez.

La tercera vía

fsegovia@interactive.net.ec

Una reflexión crítica sobre la realidad de hoy y las perspectivas de cambio, sobre la base de una alternativa posible, si hay voluntad política.

Por Fausto Segovia Baus

Mayer Anshel Rothschild hace más de un siglo dijo: “Déjenme emitir y controlar el dinero de la nación y no me importa quien escriba las leyes”. Estas palabras resuenan en el mundo globalizado de hoy, donde una elite financiera con el poder para mover billones de dólares, controla el dinero y las finanzas de la mayoría de los Estados del planeta, a partir de la crisis monetaria que derrumbó el sistema de tasas de cambio fijas, hace un cuarto de siglo, aproximadamente.

Las desigualdades existentes en el mundo y la dependencia al capital financiero internacional, cuyo telón de fondo es la impagable deuda externa, ha llevado a muchos académicos, políticos y economistas a promover soluciones cortoplacistas y emergentes, en la línea tradicional: ajustes macro económicos, privatizaciones, estímulos a la inversión extranjera, mercado bursátil tipo Wall Street y numerosas exenciones impositivas.

Concentración de poder

Norman G. Kurland y Michael D. Greaney, del Centro para la Justicia Económica y Social, de Washington DC, plantean una tercera vía, porque “tanto el socialismo como el capitalismo concentran poder en los niveles superiores. No es una diferencia importante –dicen- que en el capitalismo la concentración se da en manos privadas y en el socialismo, en el Estado. Las mezclas de los dos sistemas, que en los Estados Unidos llaman “economía mixta” o los modelos escandinavo o japonés, se diferencian únicamente en el grado de su injusticia social, ineficiencia económica, inseguridad humana y alienación...”

La tercera vía consistiría en crear una economía de mercado más justa, según los autores mencionados. El eje de este modelo sería una amplia distribución de la propiedad, que generaría, a su vez, una democracia política real, como expresara Lord Alton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe siempre”. La opción aparece entonces clara: “Nuestra protección contra la corruptibilidad de la concentración del poder es la descentralización del poder, mediante la democratización de la propiedad que equivale, en esencia, a la democratización del poder”.

Nueva riqueza

La tercera vía intenta superar la posición fundamentalista de la derecha que confía ciegamente en la competencia de los mercados libres, que traerá prosperidad y justicia, y la posición de la izquierda académica que, ubicada en la otra orilla, propone combatir las leyes de la oferta y demanda con un Estado-bienestar gigante e impuestos confiscatorios que aseguran migajas para los pobres.

“El énfasis de la tercera vía radica no en la redistribución de los ingresos –que ha sido una política siempre fallida por engañosa y perversa-, sino en otorgar a los ciudadanos y ciudadanas medios sociales y económicos, así como un sistema jurídico que los estimulen para crear su propia y nueva riqueza, y para compartir beneficios con amplitud, solidaridad y equidad”. En suma, se trata de preparar un recurso humano sensible y capaz para producir riqueza, tener acceso a una propiedad efectiva de bienes y servicios, y no depender de un Estado benefactor que ofrece sueldos de hambre, caridad o bonos de pobreza.

La ciudadanización de la polìtica

fsegovia@interactive.net.ec

No es posible concebir una democracia sin ciudadanía; tampoco una ciudadanía sin verdaderos partidos políticos. Estas premisas son importantes antes de abordar este tema.

Por Fausto Segovia Baus

Para todos es conocido que los partidos políticos del Ecuador hoy en día afrontan una crisis generalizada, que es el caldo de cultivo de otros problemas como la falta de representación, legitimidad y gobernabilidad. La clave está en la democratización de los partidos. ¿Cómo?

Se ha dicho que la democracia no es un modelo perfecto, sino perfectible, en la medida que puede ser mejorado con la participación de los ciudadanos, a través de instituciones sólidas que garanticen el estado de derecho y el bien común, como expresiones generales de un modelo de convivencia social. Sin embargo, en la práctica se nota una anomia o pasividad de la mayoría, que es espectadora ante los problemas y decisiones que los gobiernos deben tomar.

Acercar el Estado a los ciudadanos

Uno de los mecanismos para fortalecer las instituciones democráticas es la reforma de los partidos políticos. El objetivo central de esta reforma es superar la crisis de representación que los afecta, a través de nuevos mecanismos de participación ciudadana. En otras palabras, es urgente un acercamiento del Estado a los ciudadanos, mediante estructuras partidistas no clientelares.

El verdadero cambio hacia la “ciudadanización” de la política se está en la devolución del Estado a los ciudadanos. Hoy la política está “secuestrada” por partidos que no los representan. Un cambio es urgente y necesario.

Estrategias

En esa línea propongo las siguientes estrategias: capacitación política constante de afiliados y simpatizantes, a través de escuelas de gobierno; democratización de los partidos políticos mediante elecciones internas, universales, directas y secretas para elegir candidatos o candidatas; crear mecanismos permanentes de organización y motivación de líderes, en congresos, foros, encuentros y talleres; construir una agenda pública con participación ciudadana, que podría cubrir los siguientes aspectos: en lo político (corrupción, reestructura de los partidos); en lo económico (la reactivación económica, la deuda externa); en lo social: la exclusión de todo tipo y la pobreza, el desempleo y la violencia; diseñar un sistema de rendición de cuentas para todos los poderes del Estado, con intervención ciudadana; recuperar el Estado para los ciudadanos, con un programa de educación ciudadana, que cubra los derechos y las responsabilidades; y combate a la corrupción en todos los ámbitos; y, fortalecer organizaciones de la sociedad civil, que eliminen progresivamente a las oligarquías partidarias, al viejo caudillismo y el estilo patrimonialista.

Derechos de propiedad de los pobres

fasegovia@interactive.net.ec

“La ONU ha descubierto los derechos de propiedad de los pobres” es el titular de los diarios en la prensa internacional.

Por Fausto Segovia Baus

Sí, parece increíble, pero, al parecer “un aspecto único e ignorado de los derechos es el vínculo inexorable en la pobreza dominante –en cerca del 60% de la humanidad- y la ausencia de protecciones jurídicas para los pobres”.

La idea básica

Las investigaciones del economista Hernando de Soto, de nacionalidad peruana, –conocido por su obra “El otro sendero”, 1986- apuntan en esa dirección. La idea básica es lograr el “empoderamiento de los pobres”, que consiste en formular políticas en todo el mundo orientadas a crear un sistema de propiedad legal, “que determinará que los empresarios individuales y las economías nacionales tengan oportunidades”, en los países en vías de desarrollo.

De Soto, en la mencionada obra, probó que un sector importante de la economía en los países del Tercer Mundo es informal, y que no por ser informal el movimiento de los recursos se lo puede desestimar; al contrario, según el investigador las economías informales “mueven” valores y transacciones por el setenta por ciento de la población.

Las economías informales

El contexto de esta propuesta, como todos sabemos, es el drama de millones de personas integradas a economías informales, subterráneas, sin relación de dependencia –algunos la llaman “ilegales”- pero que representan, en la práctica, millones de dólares en giro, y que en su conjunto, pesan sobre las economías nacionales. En la práctica el proyecto ideado por Hernando de Soto significó la legalización en Perú de 300 empresas, que antes operaban en la informalidad (léase, clandestinidad), es decir, “fuera de los libros” de contabilidad.

Los resultados han sido sorprendentes en Perú. Los dirigentes políticos se dieron cuenta que estas reformas movilizaron a medio millón de trabajadores, al pasar de la economía subterránea a la economía legal. Se generó más empleo, más oportunidades de producción, y más ingresos tanto para los trabajadores como para el Estado, por más de 300 millones de dólares anuales.
Con estos resultados en tierras peruanas De Soto fue contratado por Egipto, para que dirigiera los derechos de propiedad del programa de reforma económica. Y siguieron otros países: Honduras, Tanzania, Haití y otros.

No al clientelismo

Y ahora se preocupa la ONU de este modelo, que ha creado una Comisión de Alto Nivel que preside Hernando de Soto y Madeleine Albrigth, ex secretaria de Estado, con un objetivo concreto: establecer el vínculo inexorable entre la pobreza dominante y la ausencia de protecciones jurídicas para los pobres.

El Ecuador podría beneficiarse con este sistema probado en otros países y refrendado por las Naciones Unidas. Porque la pobreza no puede solucionarse con clientelismo, tampoco por decreto, sino con la participación activa y directa de los propios actores. Porque los pobres tienen derechos sobre la propiedad, en el contexto de una verdadera reforma económica.

El civismo visto por los jóvenes

fsegovia@interactive.net.ec

Un tema de interés académico, pedagógico y político es el del civismo, que para muchos constituye una entelequia difícil de procesar y entender, en un país como el Ecuador que afronta, a comienzos del tercer milenio, una serie de problemas de identidad, absorbido como está en un lento y progresivo proceso de fragmentación.
…..
Por Fausto Segovia Baus

¿Qué está pasando con los conceptos y praxis de Patria y los valores ético-cívicos, que supuestamente deben presidir los imaginarios colectivos?

La “marca” Ecuador

Hace poco surgió una idea interesante, salida de un grupo de jóvenes promotores, quienes, afirmados en la lógica del mercado, propusieron crear y desarrollar, en el ámbito nacional e internacional, la “marca” Ecuador, como estrategia de comunicación que valoriza las bellezas naturales, de cara a un proyecto que aspira a convertir a nuestro país en un destino turístico. Esta idea se compagina, de algún modo, con otra, nacida del sector privado que, con el lema “Dile sí a lo nuestro”, incentivó en la población el consumo de bienes nacionales.

Pero la pregunta de fondo subsiste: ¿El civismo entendido como pertenencia e identidad con el país, su cultura, sus instituciones y los intereses patrióticos subyacentes, depende de una estrategia de persuasión, asociada a una campaña sostenida en los medios? ¿O hay necesidad de algo más profundo como la apropiación de imaginarios nacidos de esa impronta o matriz cultural, definitivamente simbólica, que se internaliza en la historia y la etnicidad, asociados a la familia y a la escuela, y por supuesto, a las construcciones discursivas de nuestros líderes?

Vacío de civismo

El tema es complejo. Según el ecuatoriano Javier Andrade, artista de profesión, radicado en Alemania, “en el país se vació el sentido de civismo”. “Para el caso de nuestras sociedades –dice- la memoria es un factor de resistencia y de reencuentro”, pero “la globalización, tal como está planteada, por ser absorbente, aglutinadora e imperativa, descalifica toda manifestación de diversidad”.

En nuestro concepto las nuevas sensibilidades están en juego; unas provienen de agentes externos, por la vía de las tecnologías y los medios audiovisuales; otras por los problemas que reproducen y amplifican la escuela y esos medios: la crisis económica, política y social, que delata el desgaste de los líderes y condicionan el desencanto producido por las preocupaciones diarias de supervivencia.

Así, la Patria tiene para los ciudadanos y ciudadanas diferentes íconos y matices: se halla fragmentada y regionalizada, en casos difusos o particularizados, y en ocasiones cruzada por los rituales. Para algunos emigrantes, por ejemplo, la patria puede ser la música de Julio Jaramillo o la Virgen del Quinche; la foto de un paisaje o un billete de cien sucres. En tanto, el himno, la bandera y el escudo no siempre emocionan, salvo en las manifestaciones deportivas.

De los medios a las mediaciones

El civismo, ¿qué es entonces para los niños y jóvenes que buscan referentes para construir valores propios, sin dejar de percibir valores universales? ¿Es posible recobrar el verdadero sentido del civismo, es decir, el celo por los derechos y los deberes de los ciudadanos, el respeto a las instituciones y el apego a los intereses superiores de la Patria? ¿Qué hace la educación al respecto?

Es urgente, según Joaquín Barbero, pasar de los medios a las mediaciones. A nuevas intermediaciones articuladas por el discurso o por las imágenes, pero asignados a construir significados, pertenencias y valores.

7 de julio de 2007

Transparencia: piel de la democracia

fsegovia@interactive.net.ec

La democracia es una experiencia de libertad. Esa libertad es una actitud que se vive y expresa a través de palabras, gestos, movimientos y mensajes verbales y no verbales. La libertad de expresión está mediada por la comunicación, más aún en esta época en la cual prevalece el medio antes que el mensaje propiamente dicho. Pese a ello, la ciudadanía civil está en marcha.
…..
Por Fausto Segovia Baus

No resulta exagerado manifestar que vivimos en una democracia mediática, donde lo que dicen nuestros dirigentes se amplifican por los sonidos y las imágenes, y forman parte –queramos a no- del comentario cotidiano. La palabra de esos personajes cobra entonces una dimensión extraordinaria, porque ha adquirido una “visibilidad” e impacto notable en las audiencias y en la conciencia de cada ciudadano.

La palabra es poder

Cuando habla el Presidente, por ejemplo, los medios ponen atención, graban sus mensajes y transmiten noticias, en directo o en diferido, al país y al mundo. La palabra del Presidente tiene evidentes repercusiones políticas, económicas y sociales. Por un concepto mal expresado puede crearse un conflicto, bajar o subir el riesgo-país, los bonos de la deuda y nacer una gratuita pugna de poderes.

La palabra es un poder, pero cuando esta palabra lleva a confusiones, equívocos o mal interpretaciones produce el efecto contrario: desconfianza. La palabra del Presidente es la palabra del poder. En ese sentido, la confianza constituye el capital político más importante de un gobernante y de una sociedad, sobre todo en la sociedad ecuatoriana que requiere certezas y un cambio de los modelos tradicionales de hacer política, como se ha anunciado.

Confianza y seguridad jurídica

La necesidad de confianza –padre y madre de la seguridad jurídica de un país- exige de los líderes mesura en sus palabras, aplomo y reflexión ponderada en sus pronunciamientos, y además un atributo clave: responsabilidad política. La palabra reflexiva siempre será una palabra responsable.

En este punto creo que es necesario analizar otras variables. Para un dirigente no es fácil presentarse ante los medios –numerosos micrófonos, cámaras y luces- y encontrar respuestas apropiadas a preguntas a veces irreverentes, contrastantes e incisivas de los reporteros, ávidos de noticias “frescas”. Un Presidente, en nuestro concepto, tiene el deber de comunicarse con su pueblo, pero debe hacerlo en los lugares y circunstancias apropiados. Por excepción está bien una rueda de prensa en la calle. Porque los asuntos del Estado merecen transparencia, eficiencia, responsabilidad y oportunidad.

Comunicación de doble vía

Es cierto: la democracia respira en espacios abiertos. La comunicación de doble vía es necesaria e ineludible; por esa misma razón la certidumbre de la palabra exige escenarios y actitudes compatibles con una estrategia comunicativa que resignifique la palabra de los gobernantes y la convierta en un producto confiable, inteligente, eficiente y responsable.

Hay que fraguar sobre la marcha el camino de una comunicación política que lleve a los gobernantes, a los medios y a los mediadores a un proceso de transparencia real, donde la verdad y la eficiencia sean las columnas vertebrales del gobierno de la palabra. No se saca nada con denuestos y amenazas; tampoco con guerras verbales que producen resultados estériles para todos los actores y fundamentalmente desprestigio. ¡Y una democracia desprestigiada no merece ser NOTICIA!

Nuestro voto por la transparencia que es la piel de la democracia.

Cuatro puntos para fortalecer la democracia

fsegovia@interactive.net.ec

El tema de la democracia y la ciudadanía es recurrente y actual, porque debe ser tratado y debatido en todos los escenarios y no solo en los de las élites políticas y económicas, es decir, no solo en las “cumbres”, sino con la gente del Estado llano, con los ciudadanos y ciudadanas que formamos la sociedad civil.
….


Por Fausto Segovia Baus

La razón es obvia: el Estado es la sociedad jurídicamente organizada y no depende exclusivamente de los mecanismos de representación, que por ahora han fracasado. Tenemos que aprender a vivir la democracia, como sistema de gobierno y sobre todo como estilo de vida, como un modo de ser en el hogar, en la escuela, en el trabajo y la comunidad. Y ahí, precisamente, está el problema de fondo, porque nos hemos quedado en las formalidades, en las estructuras organizacionales, mientras las estructuras mentales y valóricas se mantienen bajo patrones de dominación y en ocasiones de sumisión. Si combinamos esta reflexión con las situaciones que ha vivido el Ecuador en los últimos años, las conclusiones son realmente preocupantes. Pero hay esperanzas.

Cuatro puntos

Cuatro puntos serían la clave para fortalecer el sistema democrático, hoy lamentablemente caracterizado por la inestabilidad, la corrupción y la impunidad. Es urgente, en primer lugar, la articulación de la gobernabilidad a procesos reales y efectivos de inclusión económica, política y social. La pobreza es realmente incompatible con la democracia. En segundo lugar, se debe promover la educación cívica y política desde los primeros años de escolaridad, a fin de que se geste progresivamente una cultura democrática. En tercer lugar, es necesario plantear una reforma integral del Estado con nuevos partidos políticos, nacidos de la ciudadanía y no de cúpulas que fortalecen los cacicazgos y los grupos de poder económico y político; y en cuarto lugar, se requiere una agenda básica para resolver los problemas emergentes: la salud, la educación, el empleo, la justicia y la seguridad humana.

Es injusto, en este contexto, acusar al Ecuador en el sentido que ha “aprendido” a tumbar presidentes. Lo que sucede es que el Ecuador se ha dado cuenta –aunque tardíamente- de que eligió mal a sus gobernantes o que sus mandatarios violaron la Constitución y no cumplieron sus promesas electorales. Por eso, la construcción de la democracia plena depende de varios factores: de leyes, por supuesto, pero también de aprendizajes, procesos y cambios, a veces dramáticos, que el pueblo ejerce para respetar y hacer respetar su soberanía violada por aquellos que juraron defenderla.

Cuando los gobiernos se distancian de la sociedad y utilizan el poder no para servir, sino para servirse de él, se consolidan las clientelas y populismos. Por lo tanto, la democracia es un proceso mental antes que una norma; es un valor de carácter social, ético y estético; y una actitud frente a la vida. Y este proceso pasa necesariamente por la educación política y la participación ciudadana. En suma, por la ciudadanía civil.

Aprender a convivir
La ciudadanía tiene elementos objetivos y subjetivos. Cada persona, hombre o mujer, sea niño, niña, joven o anciano es ciudadano; por lo tanto, debe ejercer sus derechos y obligaciones. La ciudadanía tiene responsabilidades, dentro de un marco de referencia jurídico que se halla en la Constitución Política. En estas dos páginas revisaremos cuatro elementos fundamentales de la ciudadanía civil.

1. IGUALDAD ANTE LAS LEYES

La Constitución Política del Estado Ecuatoriano establece con toda claridad la igualdad jurídica de todas las personas ante la ley, independientemente de su condición social, económica, política o religiosa, así como por el sexo, la edad o estado civil.

Esta posición nace de la doctrina de los derechos humanos y, obviamente, de la concepción ontológica (de “ontos” igual ser) que confiere a cada persona la dignidad de catalogarse como tal, y al Estado, esto es, la sociedad organizada, la capacidad para cumplir y hacer cumplir este principio básico.

A más de la Constitución, los Tratados Internacionales protegen los derechos de las personas, y establecen salvaguardas para que nadie, sin excepción, se quede sin protección. Sin embargo, en la práctica la igualdad ante las leyes deja de ser un precepto y no una norma que se aplica, por la desidia de las autoridades y porque la propia ciudadanía no consciente de esta realidad.

Los derechos no se cumplen, y los deberes tampoco. Reina la impunidad por la falta de una verdadera educación cívica y ética, y sobre todo por la incuria de un modelo de sociedad que privilegia el poder del dinero y el prestigio. Los casos son numerosos. Los indígenas y afroecuatorianos son generalmente discriminados, en los escenarios sociales, económicos y políticos. Se dice –por ejemplo- que “las leyes son para los de poncho”. Los inmigrantes también afrontan muchos problemas, así como las mujeres y los niños.

Aunque la Constitución ecuatoriana ha incluido algunas disposiciones, al reconocer el carácter de sus culturas, todavía falta mucho para lograr una interculturalidad. Prevalece el racismo, la discriminación y lo más grave: la exclusión. La ciudadanía civil descansa sobre la igualdad jurídica de las personas antes las leyes.

2. DERECHO A LA VIDA

La vida es el principal valor de la persona humana. Sin el derecho a la vida no existen los demás derechos. La vida merece una protección antes y durante del desarrollo de las personas. Las tendencias abortistas, que se expresan en la legitimación del aborto, constituyen graves atentados a este derecho fundamental. En el derecho a la vida se asienta la existencia misma del Estado.

Cuando hablamos del derecho a la vida nos referimos no solo al respeto a la existencia humana, sino a crear las condiciones para que todas las personas, sin excepción, sean viables, es decir, bien formadas en los físico, intelectual, moral y espiritual. Los seres humanos, en efecto, no solo necesitamos alimentación, vestuario y educación. Cada persona es diferente, única e irrepetible. Más de un autor se refiere que los seres humanos tenemos “hambre de caricias”; necesitamos afecto, comprensión y aprobación social. Todo, en su conjunto, representa el derecho a una vida digna.

El derecho a la vida, por tanto, está unido inseparablemente al concepto y praxis de seguridad humana, que incluye la atención primaria de salud, la educación inicial y básica, así como las condiciones fundamentales para ejercer un empleo digno y permanente. También incluye la seguridad ciudadana, la protección ante la trata de blancas y el nuevo delito del denominado “coyotaje”. En este contexto, la condición de los presos sin sentencia, el maltrato de las mujeres (que sube en aumento), así como de las niñas y niños trabajadores, deben considerarse. El problema de la delincuencia también es conflictivo.

El Estado de derecho es el marco institucional adecuado que hace posible el respeto del derecho a la vida. La ciudadanía no puede dejar pasar los atentados contra la vida, que se suceden a diario, no solo en calles y plazas sino en la propia familia.

3. LA JUSTICIA

La justicia es un valor esencial de las relaciones entre las personas y los pueblos. Se entiende por justicia la equidad, la búsqueda de un sano equilibrio entre los derechos y los deberes. Justicia –dicen los expertos- es dar a cada uno lo que le corresponde. Y esa decisión corresponde prioritariamente a los jueces y a la administración de justicia en general.

El sistema económico y social imperante se caracteriza por la concentración de poder y capital en pocas manos, y por la exclusión de bienestar de las mayorías. En este sentido, el modelo que nos rige es injusto y excluyente. Pese a ello, es deber del Estado y de los organismos encargados de administrar justicia, cumplir y hacer cumplir la Constitución.

Ningún ciudadano o ciudadana puede ser obligado a declarar en su contra; nadie puede atentar contra su morada o domicilio, o ser privado de la libertad por deudas. La justicia deber ser ciega y transparente. Este principio no se aplica. Se ha demostrado la existencia de sistemas corrupción generalizada, que incluyen a los jueces y fiscales.

La ciudadanía civil debe exigir el cumplimiento de las leyes y reglamentos, y denunciar las inmoralidades, para que los delincuentes sean sancionados. Los medios de comunicación también tienen una tarea primordial: dar conocer los actos de corrupción e impedir que campee la impunidad. Los modelos de justicia pueden y deben enseñarse en las aulas escolares y en las familias, mediante el ejercicio pleno de la justicia en esos espacios, en la negociación de conflictos y en la búsqueda de soluciones alternativas que no impliquen violencia. Los jueces, finalmente, deben ser escogidos por la propia ciudadanía, y garantizarse la administración de una justicia despolitizada y despartidizada.

4. EL DERECHO A LA INFORMACIÓN

Hace poco el Ecuador aprobó una ley que favorece la información. En términos jurídicos se conoce también como “hábeas data”, es decir, la capacidad para obtener información y buscar por todos los medios legales posibles, la verdad.

En esta era de la información este derecho es clave para todas las sociedades. El derecho a la información está unido al derecho de la libre expresión del pensamiento, o libertad de prensa. Sin información no hay democracia ni derechos humanos. La información es importante porque nos permite acercarnos a la realidad y establecer las condiciones para que nadie, sin excepción, pueda tener desventajas o carecer de iguales oportunidades.

Se reconoce que la información es un poder. Este poder no es discrecional de las autoridades, sino un derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas. El libre acceso está garantizado, salvo, claro está, a las informaciones que tienen relación con la seguridad nacional. La información y el derecho a la información no son exclusivos de los periodistas o comunicadores, sino de toda la ciudadanía.
En efecto, cada ciudadano tiene derechos y deberes. Derechos, en cuanto al libre acceso, en los términos y condiciones mencionadas, a las que se unen el respeto a la honra de las personas y las instituciones; deberes, en función de sus responsabilidades en cuanto a respetar los derechos de las otras personas, la propiedad intelectual y la ética, por ejemplo.

La información tiene vigencia en el derecho público y en el derecho privado. El Estado tiene información sobre los ciudadanos, pero no puede –salvo excepciones- divulgarlos. Asimismo, la sociedad tiene derecho a obtener información las acciones e inversiones que hace el Estado con los recursos de sus ciudadanos y ciudadanas. Esto se denomina rendición de cuentas.

La resistencia activa

fsegovia@interactive.net.ec

Una de las características fundamentales de la sociedad moderna es la violencia, que se manifiesta desde las formas más prosaicas a las más sofisticadas.
…..
Por Fausto Segovia Baus

El clima de violencia e inseguridad crecen en las ciudades y campos. Las pruebas están en la cotidianidad, es decir, en todos los momentos de la vida, en las denominadas estructuras injustas y en los imaginarios individuales y colectivos.

La cultura de la violencia forma parte del paisaje natural donde se tejen las relaciones sociales y los juegos de las fuerzas económicas y políticas, matizados por disimuladas metáforas que encubren las desigualdades, sin contar, desde luego, con las atrocidades de una trama de inconductas como el secuestro, el narcotráfico, el terrorismo, la inseguridad humana y la madre de todos, la pobreza, unidas a algunas actitudes tan sutiles como la discriminación, el racismo y el maltrato intrafamiliar.

Síntomas de la destructividad

Los alegatos racionales para defender la ley o el modelo de democracia que vivimos no subsisten a los actos o medidas de hecho que paralizan carreteras, escuelas u hospitales. Entonces, el síntoma de la destructividad aparece como capítulo efectista de una acción ilegal, que se ampara en la desprotección del Estado para justificar una lucha contra el “otro“, diferente o extraño. Y así, paso a paso, se carcome la institucionalidad, que lejos de buscar la purificación de la sociedad, la limita.

No es posible simplificar el problema de la violencia en un concepto, porque es multivariado y complejo, y porque atraviesa todas las ciencias sociales por sus implicaciones individuales y colectivas, históricas y psicológicas, objetivas y subjetivas. Y porque explicita los nexos insondables de sus agentes y víctimas, de sus obsesiones e ideales, así como las estructuras de dominación y subordinación.

La violencia nace como técnica del poder o del antipoder. En el primer caso, como acción legítima para defender el sistema; en el segundo como estrategia que tiende a modificar el contrato implícito que regula las relaciones entre los dueños del poder y los ciudadanos, los gobernantes y la población, las elites y las masas. Como producto de esta dialéctica, en el curso de las luchas y conquistas polarizadas por la democracia y la ciudadanía, se desarrollan las técnicas de represión y otras formas de tiranía.

Fuerzas antagónicas

Como fenómeno histórico la violencia está presente y se halla escondida en los diversos sectores de la vida social, política, económica, cultural e, inclusive, ecológica. Así, en nombre del progreso se ejerce violencia contra la naturaleza, con la cual se alteran el régimen de las aguas, la dirección de los vientos, el ciclo de las estaciones y las desertificaciones.

En el ámbito nacional se observa el deterioro paulatino de los valores humanos, de las instituciones democráticas y la entronización de la lucha sinfín entre fuerzas antagónicas que reproducen las contradicciones. Como resultado, el juego de intereses se torna útil para garantizar, en beneficio de unos, la subsistencia de la “fábrica de la sociedad“.

La resistencia activa, según algunos, podría ser la respuesta emancipadora al problema de la violencia. Es decir, enfrentar con las "armas" de la honradez, la impudicia e impunidad de la trasgresión emanada por los beneficiarios de las injusticias. ¿Una no violencia emancipadora sería el camino?

Hacia un liderazgo ético

fsegovia@interactive.net.ec

Hoy en día abundan las denuncias y las lamentaciones sobre la “inmoralidad imperante”. Y no son pocos los que piensan que se ha iniciado un período de grave decadencia moral y de liderazgo no ético.
….
Por Fausto Segovia Baus

Cualquier juicio que queramos emitir acerca de nuestra sociedad debe tener en cuenta que nos tocado vivir en un ambiente de “signo permisivo”. Se ha superado el rígido verticalismo, característico de sociedades cerradas y paternalistas. Y los medios de comunicación han contribuido a que aspectos de “inmoralidad privada” se vuelvan públicos. Pero también -hay que reconocerlo- que esta permisividad social ha ayudado, en cierto modo, a que se aireen y se denuncien comportamientos francamente inmorales.

Moral pública y moral privada

La moral pública es la base para la auto-realización de la sociedad. Pero cuando hablamos de moral pública no la debemos reducir a los convencionalismos sociales o a la mera normatividad jurídica. No siempre lo que está normado en las leyes es justo. Las leyes solo norman el cumplimiento externo, pero no las motivaciones ni la intencionalidad.

Tampoco debemos restringir la moral pública a la condena y erradicación de los grandes escándalos y fraudes públicos. Es un error también reducir la moral pública al sector de los políticos y de las personas o grupos que gozan de poder o de influencia. Es evidente que estas personas, amparadas en una falsa y nociva impunidad, tienen la posibilidad de cometer estafas y otros actos de corrupción de mucha mayor gravedad.

La modernidad ha impulsado constantemente valores de tipo individualista, lo que ha llevado a la “privatización de la conciencia moral”. A ello ha contribuido también la poca o nula formación de la conciencia en cuanto a la moral pública. Tampoco podríamos afirmar que nuestros colegios preparan suficientemente para los valores cívicos y la sana convivencia ciudadana.

Algunos piensan que el modelo de sociedad que vivimos está impulsado exclusivamente por el lucro y la lógica del mercado. Si los comportamientos tienen esas motivaciones, la acción política casi siempre se “contamina” de ese carácter. Entonces los resultados son evidentes. Vemos que prevalecen más los intereses que los valores. Y esta ausencia de moral pública lleva necesariamente a un deterioro de la moral privada.

Actitudes extremas

En respuesta al deterioro de la moral social, podemos apreciar, como reacción, dos actitudes extremas que tienden a autoafirmarse: el apego inmovilista a la ética tradicional o fundamentalista; y, el relativismo moral, que responde a la mentalidad dominante en la sociedad actual. La primera defiende una ética puritana, legalista, en clara posición condenatoria; la otra, desde un abierto subjetivismo moral, dictamina sobre lo que es bueno sin ningún tipo de referencia a las exigencias de la naturaleza humana.

El mero legalismo autoritario nunca ha salvado ni salvará a nadie. Es necesario afirmar la necesidad y la urgencia de la moral pública. En un contexto de diálogo constructivo, debemos colaborar eficazmente en la formación de la conciencia de los valores morales y cívicos. Y testimoniar nuestros principios mediante la coherencia entre esos principios y la vida pública y privada.

Y ese es el papel de la familia y de la nueva educación en valores. Pero, ¿de qué tipo de educación hablamos? Si la educación es un sistema encargado de reproducir y legitimar los valores existentes en el cuerpo social, a través de un discurso pedagógico que se distancia de las prácticas sociales y políticas.

El caso de la familia es más dramático aún: a la desmembración paulatina del núcleo familiar -con la emigración incluida- se une la falta de comunicación interna entre sus miembros. Paradójicamente, mientras los medios masivos han subido los estándares de difusión y se han incorporado nuevas tecnologías, la comunicación entre esposos, entre padres e hijos no solo ha disminuido sino que prima la incomunicación.

Etnicidad

Pero también hay otro problema subyacente: la crisis del país está atravesada por la etnicidad; es decir, por el carácter generado desde las raíces que constituyen las bases de la cultura donde se asienta el ser y el modo de ser de nuestro pueblo.

Lo étnico -según los expertos- es anterior a lo político y su expresión más elevada es la identidad nacional caracterizada por lo diverso y lo propio. Curiosamente, al perder los referentes, la cultura ha dejado de tener una base material y se ha orientado por lo ajeno, donde las externalidades han hecho presa de esa raíz o matriz ancestral. Algunos estudios hablan de la hibridación cultural (Canclini) e incluso de un etnocidio o aniquilamiento cultural, que se ha agravado por la influencia de algunos medios audiovisuales y los procesos de globalización.

Con un problema étnico en ciernes, el poder político y económico halló el espacio ideal para ejercer su hegemonía. Así, el rostro de la crisis está representado por una sociedad escindida en lo cultural, fragmentada en lo político y polarizada en lo económico.

El problema del Ecuador es complejo, pero podría situarse en tres categorías de análisis: la ilegitimidad, la falta de representatividad, y como resultado de las dos anteriores, la ingobernabilidad, que constituyen factores reales de la desinstitucionalización que afronta el país.

Nuevo ethos

En síntesis, la crisis de valores inscrita en la crisis de la sociedad y sus causas delineada aquí brevemente articula un proceso de fragmentación agravado por problemas derivados de otros problemas estructurales anclados en la etnicidad y el desgobierno. El debilitamiento del Estado y su capacidad institucional es real. Sin embargo, el Ecuador tiene muchas fortalezas todavía, pese a las fuerzas disolventes como las que han aparecido en este período.

Los papeles de la familia y la educación son claves, pero de ninguna manera constituyen recetas para enfrentar los desafíos: la democratización del poder sobre la base de una participación ciudadana auténtica y una democratización del saber, que formen parte de un nuevo ethos educativo, centrado en un contrato social diferente y una nueva conciencia que recupere los valores de nuestra sociedad y satisfaga las necesidades básicas de una mayoría hoy insatisfecha.
Para ello necesitamos un nuevo tipo de liderazgo: ético, eficiente y solidario, anclado en un modelo de desarrollo humano sustentable.

6 de julio de 2007

¿Desestatizar la política?

fsegovia@interactive.net.ec

Aproximación al tema de la ciudadanía desde la Ciencia Política, y factores que entran en juego. Lo que dice la Constitución Política vigente sobre la ciudadanía. Los derechos y deberes de los ciudadanos.
…..
Por Fausto Segovia Baus

La ortodoxia considera que la democracia es el conjunto de procedimientos para elegir gobernantes. Esta teoría elitista de la política es cuestionada por la teoría participativa que, sin salirse del enfoque institucional, intenta recuperar la acción política para los ciudadanos, pero dentro del ámbito del Estado y sus instituciones.

Un modelo distinto de concebir la política y hacer política se orienta a desestatizar la política, en el sentido que los asuntos públicos, en esencia, conciernen no solo exclusiva y excluyentemente al Estado, como plantea la teoría tradicional, sino a la sociedad civil.

La opción por la solidaridad

A. Maestre, investigador de renombre, en efecto, siguiendo a Hannah Arendt, visualiza dos grandes corrientes: las democracias liberables que padecen una grave crisis de representatividad, y la sociedad civil, que busca denodadamente espacios que intentan resolver el dilema de los que creen -y hay muchas razones para ello- que la política equivale a corrupción, es decir, a una perversión de lo político.

Si la política es “materialmente de nadie y potencialmente de todos”, en la feliz expresión de Dubiel, está en los sujetos concretos y no en algunas instituciones -virtualmente desacreditadas- la construcción de una democracia posible.

¿Qué hacer entonces para lograr que ese “privatismo apolítico”, esto es, aquel en el que el individuo se refugia en lo privado, sin ningún contacto con lo social ni con lo político, tenga una salida hacia una participación real en las cuestiones que interesan a todos?

La respuesta no es fácil, porque este tipo de individuo -ensimismado y sin proyección histórico-social- está, en cierto modo, favorecido por el sistema que sacraliza el voto (El voto es igual a democracia, no cual es un sofisma, porque el sufragio no pasa de ser para muchos un mero ejercicio formal de elección a cambio de un certificado). Otra razón es que los llamados políticos profesionales nos tratan en época de elecciones como infantes o clientes, donde las demandas de los ciudadanos no aparecen.

La alternativa es, según Maestre, a contrapelo de las tendencias privatistas, proponer la solidaridad como esencia de la democracia, sobre la base de animar la participación efectiva; no la manifestación ni el griterío, sino la generación de propuestas y acciones que ayuden a creer y crear oportunidades para construir un mejor Ecuador.

Cultura política

Pero la solidaridad no basta, según Jesús Martín Barbero: “Tenemos una cultura política trasplantada que se condensó en instituciones formales necesarísimas, pero profundamente ajenas, distanciadas de los modos de ver, de sentir, de decir, de estos países”. Así, los partidos tradicionales no sintonizaron con la cultura política del pueblo y se produjo una especie de simulación, que dio origen a los populismos puramente gestuales, sin contenidos y definitivamente antidemocráticos y antisociales.

El resultado no pudo ser más cruel: la democracia se volvió insignificante, en términos de participación de los bienes sociales. Y el populismo -que sigue vivo- tuvo la ventaja de “conectarse” con la cultura política del pueblo, mientras en la otra orilla, la hegemonía del discurso ortodoxo e intelectual, convirtió a los ciudadanos en audiencias y públicos. En ambos casos la participación ciudadana quedó en el limbo, pero al menos la Carta Magna lo regula.

La ciudadanía en la Constitución del Ecuador

La actual Constitución establece la ciudadanía dentro de un concepto universal, que se rige en el reconocimiento de los derechos humanos, independientemente de la edad, el sexo, la cultura o el color de la piel. La ciudadanía está concebida como una situación jurídica de participación plena en la comunidad, que incluye naturalmente a los niños, niñas y adolescentes.

"Todos los ecuatorianos son ciudadanos - dice la nueva Constitución -, y como tales, gozan de los derechos establecidos en esta Constitución, que se ejercerán en los casos y con los requisitos que determine la ley". Se ha eliminado así el concepto "estrecho" de ciudadanía como mero sinónimo del derecho del sufragio. Hoy la ciudadanía está estrechamente vinculada a la sociedad civil.

El despertar de la sociedad civil

La expresión sociedad civil tiene diversas connotaciones. En lo conceptual es un grupo humano constituido por ciudadanos y ciudadanas, libres e iguales, que participan, asumiendo derechos y obligaciones, en la construcción del bien común. A diferencia de la sociedad armada, la sociedad civil es deliberante y actúa dentro de los espacios regulados por las leyes, en ámbitos del desarrollo humano y social.

La participación ciudadana es entonces una respuesta creativa frente al desgaste de los mecanismos de representación formal, porque intenta una acción directa de representación política sobre la base del reconocimiento de las diversidades políticas y culturales.

Los objetivos serían: lograr ese reconocimiento y buscar nuevas mediaciones y sensibilidades que ayuden a convocar y a aprender; a buscar soluciones antes que a recurrir a la queja, el lamento o la culpabilización; a integrar a todos, sin excluir a nadie, en la búsqueda de cumplir y hacer cumplir los deberes y responsabilidades ciudadanas, antes que el ejercicio de derechos. El presidente Kennedy dijo en un célebre discurso: “No preguntéis qué hace la sociedad por ti; preguntad más bien qué haces tú para mejorar la sociedad y brindar seguridad para todos”. No puede ser más actual este concepto a favor de la causa ciudadana.

Deberes y responsabilidades según la Constitución

La Constitución Política expresa: “Todos los ciudadanos tendrán los siguientes deberes y responsabilidades, sin perjuicio de otros previstos en esta Constitución y la ley”.

1. Acatar y cumplir la Constitución, la ley y las decisiones legítimas de autoridad competente.
2. Defender la integridad territorial del Ecuador.
3. Respetar los derechos humanos y luchar porque no se los conculque.
4. Promover el bien común y anteponer el interés general al interés particular.
5. Respetar la honra ajena.
6. Trabajar con eficiencia.
7. Estudiar y capacitarse.
8. Decir la verdad, cumplir los contratos y mantener la palabra empeñada.
9. Administrar honradamente el patrimonio público.
10. Pagar los tributos establecidos por la ley.
11. Practicar la justicia y solidaridad en el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de bienes y servicios.
12. Propugnar la unidad en la diversidad, y la relación intercultural.
13. Asumir las funciones públicas como un servicio a la colectividad, y rendir cuentas a la sociedad y a la autoridad, conforme a la ley.
14. Denunciar y combatir los actos de corrupción.
15. Colaborar en el mantenimiento de la paz y la seguridad.
16. Preservar el medio ambiente sano y utilizar los recursos naturales de modo sustentable.
17. Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país, de manera honesta y transparente.
18. Ejercer la profesión u oficio con sujeción a la ética.
19. Conservar el patrimonio cultural y natural del país, y cuidar y mantener los bienes públicos, tanto los de uso general, como aquellos que le hayan sido expresamente confiados.
20. Ama quilla, ama llulla, ama shua. No ser ocioso, no mentir, no robar.