9 de julio de 2007

Por una sociedad inclusiva

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El modelo de desarrollo vigente –todos lo sabemos- ha generado una democracia formal que ha legitimado la injusticia, la corrupción y la inequidad, por desventura alimentado por líderes funcionales a ese sistema.

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Por Fausto Segovia Baus

El Foro Social de las Américas terminó en días pasados. Más de diez mil personas intervinieron en diferentes talleres, reuniones, exposiciones, debates y manifestaciones que concitaron el interés de la opinión pública nacional e internacional. Las características de este mega evento fueron la masividad, la diversidad y la representación de numerosos países, así como personajes, académicos y corrientes de pensamiento social que permitieron la participación de varios grupos etáreos: niños, jóvenes, mujeres y adultos, en un espacio legítimo de diálogo y concertación de la sociedad civil internacional, bajo el lema: “una América diferente es posible”.

La denominada “utopía social” se puso de manifiesto en conversatorios y coloquios, donde predominaron posiciones convergentes, especialmente dirigidas hacia un “no” rotundo al Tratado de Libre Comercio, y a todo convenio que, según los proponentes, “atente al modelo de desarrollo alternativo generado desde los pueblos”.

Se escucharon, por ejemplo, voces ultristas que recordaban los fogosos discursos de las décadas de los sesenta y setenta; las posiciones revolucionarias que desembocaron en aventuras románticas; posturas antiglobalizadoras, radicales de ecologistas –anteayer marxistas de buena laya-; aportes de la izquierda moderada y el centrismo, desde la social democracia y la democracia cristiana, hasta las indígenas y grupos antisistema, que luchan por la “devolución de sus tierras” usurpadas por España y hoy por las transnacionales, con todas sus gamas, colores y enfoques.

Desde el punto de vista antropológico el Foro fue un éxito de los organizadores; desde el punto de vista de la comunicación el Foro dejó, asimismo, enseñanzas, porque dio visibilidad a actores sociales y procesos en marcha; pero, desde el punto de vista de los acuerdos, muchos consideraron que “otro foro sí sería posible”, para concordar y discordar tesis y propuestas viables. Porque el “no” per se no construye nada.

El modelo de desarrollo vigente –todos lo sabemos- ha generado una democracia formal que ha legitimado la injusticia, la corrupción y la inequidad, por desventura alimentado por líderes funcionales a ese sistema. La verdadera democracia implica una sociedad inclusiva, es decir, en la que todos y todas, sin excepción, deberíamos acceder a iguales oportunidades, a la satisfacción de las necesidades básicas y a la calidad de vida.

Los candidatos que ya aparecen en la palestra deberían recoger las tesis inclusivas –por estrategia- y ponerlas en práctica; de lo contrario, la democracia no solo no sería posible, sino que con foros o sin ellos regresaríamos a la barbarie.

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