20 de agosto de 2007

¿Realismo mágico?

fsegovia@interactive.net.ec

Hay veces que los temas se entrecruzan, las ideas revolotean, los problemas preocupan y las noticias de cada día impregnan incertidumbres antes que certezas. El título de este ensayo les puede resultar extraño, y lo es. Porque acercarse a la realidad es una tarea compleja, en la línea del pensamiento de Edgar Morin. Es que la realidad es mucho más que lo que captan los sentidos, mucho más que la impresión de una foto o el registro de un video.
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Por Fausto Segovia Baus

La realidad que estudiamos es fragmentada, localizada, específica que desagrega “algo” del todo, pero que al representarse resulta difusa, irreconocible y cruel. Así sucede con la realidad que pretendemos analizar, porque se agrega un sesgo definitivamente infranqueable: la subjetividad.

La vida por eso es hermosa: intersubjetiva e irreal, a veces, porque se halla pintada de sentimientos que impregnan la palabra o el discurso, deformándolo. O bien saturada de razones, con altos niveles de pensamiento, donde la lógica es un recurso para persuadir, pero también para deformar esa realidad difusa que aparece a nuestro rededor. Y también es práctica, objeto o acción que recurre en un tiempo real o virtual, donde la imaginación cobra vigencia. En estos tres casos –sentimiento, pensamiento y acción- la realidad está internalizada por los sujetos y comunicada también a otros sujetos, que sienten, piensan y actúan diferente.

En este plano intersubjetivo la realidad se halla entonces en cuestión. Y quienes tenemos el privilegio de analizarla, corremos el riesgo de ser injustos –por decir un término- con escenarios y protagonistas de la comedia humana, en la que deambulan los siete pecados capitales, las virtudes teologales o los diez mandamientos, es decir, los vestigios de esos catecismos aprendidos, memorizados y olvidados, atrapados –colapsados sería mejor- en la vorágine de una modernidad que ha puesto en el centro de las preocupaciones al hedonismo, al mercado y en general al egoísmo.

Estas disquisiciones vinieron a mi mente cuando oí a más de un candidato a asambleísta expresiones como “cambiar la realidad”, “transformar la sociedad”, “expedir nuevas leyes” para “fundar la justicia, el amor y la equidad contra los poderosos de siempre”…

¿Realismo mágico? Todos sabemos que la realidad no se la cambia con leyes, necesariamente; la realidad no se la transforma por decretos, necesariamente. La realidad pasa necesariamente por la vida. Y la defensa de la vida, hoy amenazada, tiene un actor imprescindible: el ciudadano o ciudadana, que tiene que luchar para sobrevivir, creer en imágenes y discursos que propalan la incertidumbre y la réplica de promesas jamás cumplidas, de quienes ofrecieron el “cambio” y la realidad se vengó con aquellos que mintieron.

La crisis religiosa

fsegovia@interactive.net.ec

En este caso no deseo referirme a estadísticas, sino a tendencias que se perciben en los diferentes escenarios humanos y sociales.

Por Fausto Segovia Baus

Una de las tendencias –producto de varios factores, que analizaré más adelante- es la denominada crisis religiosa, que antaño se refería a la falta o disminución de vocaciones religiosas. Hoy el tema es más complejo, más global, más profundo. Me refiero a la secularización del mundo que, para bien o para mal, es una gigantesca ola –en los términos utilizados por Alvin Toffler- que para unos es la liberación de las conciencias, y para otros el comienzo de una era de decadencia moral.

Un hecho es incontrovertible: la modernidad -entendida como un sistema de pensamiento centrado el mercado y en el confort- ha llegado a su apogeo. El ser humano descubrió tardíamente que el progreso no es ilimitado. El calentamiento global es apenas una amenaza, entre otras, que impide que la sociedad humana –y no solo un país, región o continente- sea sustentable en un futuro cercano.

Otra amenaza es la pobreza, caldo de cultivo de la exclusión social, económica y política a la que han estado sometidos muchos pueblos. La deuda externa, contratada a espalda de los ciudadanos y reconocida como espacio inequívoco de la corrupción, es también otro reducto de la injusticia global.

La crisis religiosa es el telón de fondo de todas las crisis mundiales, y más grave aún porque se ha instalado en el corazón de los seres humanos. Nietzche dijo en alguna ocasión que “Dios ha muerto”, y Baudillard –recién fallecido- dio algunos indicios de lo que él denominó la “muerte del sujeto”, ante el saqueo inmisericorde de la persona humana en manos de la revolución tecnológica, el hedonismo y el consumismo sinfín.

La secularización mencionada arriba es hija de la modernidad, considerada como la madre y maestra del capitalismo salvaje, cuyo superhéroe es la industrialización, que va ya por varias generaciones, y que ha convertido a todos los seres humanos, sin excepción, en clientes. Las creencias, en este contexto, no han sido la excepción, gracias al descomunal avance de las comunicaciones –especialmente la comunicación y la Internet- que han diseñado nuevos “nichos”, nuevos dioses –el poder, el dinero y el placer-, nuevos “credos” y nuevos profetas.

La nueva religión de la modernidad es entonces el consumo, y su ícono principal el supermercado. Este unipolarismo de la política y la economía, sin embargo, no ha logrado resolver los problemas humanos. Y el “nuevo hombre” sigue siendo una utopía, mientras la pobreza moral y económica se expande por todo el planeta.

La crisis religiosa tiene raíces profundas, y es igual o mayor que la crisis de todos los Estados en su conjunto. ¿Qué opina usted al respecto?

13 de agosto de 2007

Los amores de Montalvo

fsegovia@interactive.net.ec

Juan Montalvo Fiallos, polemista, ensayista y periodista de excepción, fue uno de los escritores más fecundos que ha tenido el Ecuador. Sin embargo, su entrega a las labores de la pluma, sus continuos destierros –tres en total- y su especial tendencia hacia la soledad, le impidieron llevar una vida hogareña estable y feliz. Dueño de un destino movedizo, lleno de azares y riesgos, Montalvo tuvo una vida sentimental salpicada de alegrías y sinsabores. En total tuvo cinco hijos: dos en Ambato, dos en Ipiales y uno en París. Murió el 17 de enero de 1889.

Por Fausto Segovia Baus

La vida cotidiana de Juan Montalvo es poco conocida. La mayoría de los estudios enfatiza, como es obvio, en la obra montalvina y su trascendencia literaria, histórica y política. La faz humana del escritor ha sido relegada, a no ser por la excelente contribución brindada en los últimos tiempos por Galo René Pérez, quien publicó una biografía de Montalvo ricamente documentada.

En esta obra auspiciada por el Banco Central, hemos podido descubrir a un Montalvo de carne y hueso. A ese ser misántropo, taciturno, de presencia altiva pero con un dejo de tristeza en su mirada; a ese hombre que luchó y sufrió por sus ideales y su vocación –la de escritor- que, sin embargo, le dio satisfacciones y sinsabores y, paradójicamente, ni un solo centavo para su sustento; a ese ser que vivía siempre endeudado y perseguido por los tiranos; a ese ser enfermo –era reumático- pero que jamás declinó ante la adversidad; a ser que amó apasionadamente y no se inmutó ante los decires de la gente; finalmente, a ese ser subyugado por la pluma y que, por su condición de viajero pertinaz – casi siempre estaba con el pie en el estribo- no cumplió a cabalidad con sus deberes de esposo y padre.

HORIZONTE PERSONAL

La vida personal de Montalvo tuvo pues características muy especiales. Su condición de escritor combativo le significó una serie de penalidades frustraciones. Su ostracismo, la falta de un calor familiar genuino limitó –o definió- su horizonte personal. A esto se añadía su precario estado de salud y la falta de ingresos regulares.

Recordemos que Montalvo por su formación fue un espíritu libre. Sus escritos de libelista lo atestiguan. Aunque formado en el seminario de San Luis de los jesuitas, su amor a la lectura le llevó por caminos insospechados. De la retórica y a la filosofía, pasó fácilmente a los clásicos y luego, por decisión propia, aprendió a formar sus ideas y a expresarlas dentro de una rigurosidad suma Plutarco y Cicerón definieron tempranamente su vocación de grandeza.

Estas inclinaciones marcaron para siempre el destino de su vida y obras. Pregonó y practicó la libertad en una época signada por la tradición y las ideas religiosas. A esto se añade, según su biógrafo, que los años de estancia en Paris -su primer viaje- debieron influir en su ética del amor. Pero tampoco se podría decir que Montalvo era un libertino o proclive al erotismo desenfrenado. No. Galo René Pérez expresa que Montalvo era “moderado en los reclamos del sexo”. Incluso, recuerda el biógrafo, el desagrado con que Montalvo comentó las escenas de fornicación y el lenguaje revelador del naturalismo francés. Podríamos decir, por lo mismo, que Montalvo fue un ser humano, un hombre de su tiempo.

SU PRIMER AMOR

María Manuela Guzmán, ambateña, de 28 años de edad, fue el primer amor de Montalvo. El tenía 31 años. Sus amores tuvieron como escenario el idílico ambiente de Ficoa, en los alrededores de Ambato. Sus relaciones amorosas debieron comenzar a fines de 1863.

Esto dice de su amada en el folleto No.3 de El Cosmopolita, publicada en mayo de 1866:

“Llegas entonces, y descubro todo
ser amor y no más, Adelaida;
amor indescifrable, amor sin pago
y sin objeto, que sí solo ardía.”

“Y me pongo a adorarte al punto mismo,
si el cariño al cariño siempre excita;
porque mirarme y conturbarte era uno,
y mi mano al tocar te estremecía.”

Así era Montalvo: un hombre romántico y apasionado. Por algo escribió el propio Montalvo “Don Juan de la Flor”, un pasaje hermoso sobre el amor publicado en su Geometría Moral, en el que se trata de cuerpo entero.

Juan y María Manuela -ambos de temperamento borrascoso- mantuvieron sus amores clandestinos por algún tiempo. De este amor nació en Ambato su hijo -Juan Carlos Alfonso- bautizado el 29 de julio de 1866, como hijo natural del escritor María Manuela Guzmán.

Este hijo turbó las relaciones de la pareja, porque causó serios disgustos en la casa de los padres de María Manuela. Esta fue agredida por su herido padre y Montalvo llevó dentro de sí una amarga sensación de culpa. Montalvo habló con el padre de la joven, reconoció su culpa y abogó por ella, prometiéndole no perturbarla jamás. De este modo, los dos amantes rompieron y el rencor mutuo se apoderó de ellos.

Juan Carlos Alfonso creció junto a su madre. Montalvo retornó a su inveterada soledad y a sus viajes a Quito, en busca de editor para sus escritos. Sin embargo, por intercesión de un amigo, su hijo le era enviado con cierta periodicidad. Así se refiere Montalvo de su hijito, según galo René Pérez: “Cinco meses de edad y ya conoce a su padre: alegre, movible, ruidoso, es una tempestadcilla en mi mesa de escribir...”

Más tarde, el 7 de octubre de 1868, luego de intensos cabildeos, un año después de haber publicado en El Cosmopolita el opúsculo “Carta de un joven padre”, que es una especie de desahogo personal sobre su situación, Juan Montalvo contrajo matrimonio con su amante y madre de su primogénito.

A partir de este matrimonio se reiniciaron las visitas de Montalvo a la casa de los Guzmán. Y parecía que la pareja retornaba a su cauce. Pero la fatalidad quebró los planes de la familia. En enero de 1869, apenas tres meses después de la reconciliación y boda, Juan Montalvo fue obligado a expatriarse para evitar los arrebatos de venganza de su enemigo político, Gabriel García Moreno.

Este destierro contribuiría a la terminación de las relaciones con María Manuela, que se encontraba embarazada de otra criatura -María del Carmen Montalvo Guzmán- nacida en Ambato el 8 de mayo de 1869, a los siete meses exactos del matrimonio, lo que hace suponer que María del Carmen fue engendrada fuera del matrimonio o fue una niña sietemesina, como bien lo anota su biógrafo. A esta hija conoció Montalvo a los siete años de edad.

Sin embargo, pese a estos avatares, así recordaba Juan Montalvo a su querida María Manuela:
“Yo soy ése que tú amabas; yo soy ése que descansaba en tu regazo; yo soy ése con cuya ensortijada cabellera tus dedos se entretenían; yo soy ése de cuyo cuello te colgabas, a quien mirabas con ojos rebosantes de amor”.

María Manuela Guzmán, su esposa legítima, moriría a los 42 años, el 23 de octubre de 1882, hecho que fue ignorado por Montalvo.

SUS AMORES EN IPIALES

Ya en Ipiales -que entonces era apenas una aldea- Montalvo inició una etapa gris, de amargas incertidumbres. Su misantropía incurable se acentuó en aquellos desolados y fríos parajes colombianos. Compartía el pan de mesa ajena; sufría por la pérdida del hogar y agobiado por el destierro, no tenía otra alternativa que andar por los lomeríos y escribir.

Luego, con la ayuda de Eloy Alfaro, emprendería su segundo viaje a Europa y pisó por pocos meses tierras peruanas. Su vieja enfermedad reumática hizo estragos en su humanidad, pero decidió finalmente retornar a Ipiales.

En este pueblo sucedió algo singular, que el escritor jamás aludió, ni en cartas, ni en libros, ni en documento alguno: sus amores con una empleada de apellido Hernández que le lavaba y planchaba la ropa, con quien tuvo dos hijos ilegítimos: Adán y Visitación, hecho descrito por Oscar Efrén Reyes, y cuyos registros bautismales fueron hallados por el Dr. Fernando Jurado Noboa, según referencia de Galo René Pérez. Este concubinato lo mantuvo por varios años.
Pero lo más raro, según Galo René Pérez, y al parecer nada justificable, es que “Montalvo se encerró también en su silencio de igual carácter, de indiferencia y olvido, frente a su hija de matrimonio, María del Carmen Montalvo Guzmán, hermana menor de aquel niño ambateño -Juan Carlos Alfonso- que murió prematuramente, y la cual vivió con María Manuela y sus abuelos maternos”.

EUROPA Y SU DESTINO

Muerto García Moreno, a quien de buena gana le hubiera perdonado la vida al gran tirano, Montalvo regresó al Ecuador. Su biógrafo anota que durante su estadía en Quito (1876) tuvo pequeños contactos con sus familiares, de manera especial con su hermana monja -Isabel Adelaida del Espíritu Santo- y su pequeña María del carmen, que ya tenía siete años de edad.

Y tras la ascensión al poder de Veintimilla -a quien le dedicó la Catilinarias- con el tuvo notables discrepancias, volvió a su antiguo reducto -Ipiales-, y poco después, con la ayuda de su amigo Eloy Alfaro emprendió viaje a Panamá y más tarde a Europa, a donde llegó el 25 de septiembre de 1881. Este sería su último y definitivo viaje.

AUGUSTINE CONOUX

La suma de azares y riesgos, provocados por los continuos ocultamientos derivados de su actividad periodística y los frecuentes exilios, hicieron de Montalvo un hombre desprendido de los deberes familiares.

En París, Montalvo llevaba una vida tranquila. Escribía para el famoso diario Le Fígaro, paseaba por sus parques y avenidas, revisaba sus escritos y mantenía, eso sí, una activa correspondencia con sus amigos.

En 1883, por sugerencia de éstos, de manera especial de Emilia Pardo Bazán, Montalvo viajó a España, y en este país permaneció dos meses. En Madrid hizo amistad con Clotidina Cerdá y Bosh, hermosa mujer catalana, de 21 años, con quien mantuvo un fugaz enlace romántico. Clotidina le llamaba “Adorado Montalvo”, según confidencia de Fernando Jurado Noboa, genealogista.

Su soledad inveterada fue matizada en París con la amistad y el cariño de una campesina francesa, de atractivos innegables -Augustine Catherine Conoux-, hija de una sastre que vivía en la ciudad Luz de su profesión de modista y tareas de aseo en residencias o departamentos. Esta relación iniciada en 1882 y que duró más de seis años, fue dada a conocer por el propio escritor a su hermano, cinco meses antes de su muerte, desde su lecho, el 22 de agosto de 1888, según constancia de Galo René Pérez.

Así escribe Montalvo de su amada, cinco meses antes de su muerte: “En verdad, ella me ha salvado la vida con sus desvelos y su vigilancia. Tres meses de calentura y anonadamiento habrían sobrado para acabar conmigo la insistencia de este ángel de mi guarda. Después de seis años que vivo en familia, me ha salvado tres veces la vida por su amor por mí, y me ha dado un muchacho, Juanito, de dos años...”

De esta manera, el ciclo vital de Montalvo “polemista, ensayista, pensador y maestro insigne de la prosa castellana”, según reza en una lápida ubicada en el edificio de cinco plantas de la calle Cardinet No. 26, de la capital francesa, terminó el 17 de enero de 1889.

Su vida sentimental estuvo, como se ha descrito, determinada por los sinsabores de su condición de libelista y exiliado, que de ningún modo opaca o debilita su grandeza como hombre entregado a las letras y a los destinos más elevados de su querido país: el Ecuador. El amor al Ecuador y su destino fue el sentimiento más fuerte que predominó en la personalidad de Montalvo.

La Patria como sentido

fsegovia@interactive.net.ec

El tema de la Patria ha dejado de ser una construcción curricular ligada a los procesos de enseñanza-aprendizaje de Estudios Sociales o de Cívica en el ámbito escolar. Ahora la Patria es un contenido político. Está en todas partes. Al principio el lema fue “La Patria vuelve”, que incorporó sin escrúpulos la letra y música del himno “Patria”, que todos cantamos de niños y jóvenes, mientras que el eslogan de hoy “La Patria es de todos”.
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Por Fausto Segovia Baus

El himno “Patria” fue compuesto por Manuel María Sánchez y la música por Sixto María Durán, quienes, lamentablemente, no han sido reivindicados en los créditos. De las nueve estrofas de “Patria” se utilizan dos, que los escolares ecuatorianos cantan desde 1929, y que fueron reconocidas por Nicolás Jiménez como “nuestro segundo himno nacional”:
“Patria, tierra sagrada de honor y de hidalguía,/ que fecundó la sangre y engrandeció el dolor,/¡cómo me enorgullece poder llamarte mía,/mía, como a mi madre, con infinito amor!
“Por tus cruentos martirios y tus dolientes horas,/ por tus épicas luchas y tu aureola triunfal,/por tus noches sombrías y tus bellas auroras,/cúbrenos siempre ¡Oh Patria! con tu iris inmortal”.

Conceptualmente la palabra Patria viene del latín patr_a, familia o clan igual patris. La Patria, según el himno de Manuel María Sánchez, alude con fuerza a la noción secular de familia, que asocia, según el laicismo, la Patria con la madre, la Patria con el hogar. La Patria según este discurso es tan elevado como el amor a la madre, es un santuario laico, una “tierra sagrada de honor y de hidalguía, que fecundó la sangre y engrandeció el dolor”. La trama heroica de la Patria se funde en última instancia con el orgullo y la pertenencia: “¡Cómo me enorgullece poder llamarte mía!”.

La “lectura” del discurso de Correa debe contextualizarse. La Patria fue saqueada, olvidada y utilizada por las mafias –según Correa-; en otros términos, por la derecha. Ahora, la Patria “vuelve”, es decir, es la esperanza, el cambio que se avecina y la recuperación de la soberanía, con el socialismo del siglo XXI.

El pueblo y la Patria se incorporan en el discurso de Correa para confrontar a los que supuestamente destruyeron al país. Este ánimo contestatario se enmarca dentro de una lógica política que sitúa a los unos con la partidocracia y el pasado, y a los otros -su gobierno- con el cambio y el futuro. Para ello sacraliza a la Patria mediante un concepto unidimensional de Patria que, antes de integrar o incluir, excluye a los que no están de acuerdo, a quienes los afilia a la corrupción y al pasado. Este sentido de Patria puede ser un sesgo peligroso, aún cuando se repita con insistencia que “la Patria ya es de todos”. ¿De todos los que aplauden el discurso unívoco de Correa?

La Patria es mucho más que un discurso excluyente o un sentimiento patriotero. Por lo tanto, no agrada el uso abusivo de los símbolos patrios.

Digámoslo claro: el irrespeto es general. Nadie respeta lo que significa la Patria y sus valores, porque todo se ha banalizado y manipulado en nombre de la oportunidad, ahora con el apoyo de la mediática.

Lamentablemente –y hay que denunciarlo- es el propio gobierno el que utiliza una de las canciones patrias más emblemáticas “!Patria, tierra sagrada!” que, con fervor, todos, sin excepción, la hemos cantado desde niños en momentos especiales como la Jura de la Bandera y cuando recordamos hechos heroicos como la Batalla del Pichincha, la Batalla de Tarqui y la victoria de El Cenepa, entre otras celebraciones. Las Fuerzas Armadas del Ecuador en sus gallardos desfiles cantan “!Patria, tierra sagrada!”, y la han incluido en discos de la milicia, CDS, videos junto al Himno Nacional.

Por esta razón causa mucha pena, por decir lo menos, que el gobierno y los patrocinadores de la campaña a favor de la asamblea, menoscaben este patrimonio cívico de los ecuatorianos. No es posible que las canciones del Ecuador sean usadas para propósitos políticos coyunturales, en menoscabo de ese patrimonio. Los ciudadanos y ciudadanas de bien no podemos aceptar este desacato y ofensa a la dignidad de la Nación, y exigimos una inmediata rectificación.
Por último, los niños y niñas del Ecuador constituyen la reserva moral del Ecuador, por lo que resulta un acto antidemocrático imponer una o varias canciones cívicas, en el medio escolar, como parte de una estrategia publicitaria del gobierno, con propósitos políticos partidistas.

Basta de autoritarismos.

Las promesas electorales

fsegovia@interactive.net.ec

La campaña electoral para elegir a 130 asambleístas comenzará hoy, 13 de agosto, y finalizará el 27 de septiembre. La Asamblea Nacional Constituyente, promovida por el presidente Rafael Correa, y que debe transformar las instituciones del Estado y redactar una nueva Carta Magna, fue aprobada con el apoyo del 82 por ciento de votos el pasado 15 de abril en una consulta popular.
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Por Fausto Segovia Baus


De acuerdo con el estatuto, 100 de los representantes serán elegidos por circunscripciones provinciales, 24 por una circunscripción nacional única y 6 entre los residentes en el extranjero, dos de los que viven en Europa, otros dos de EEUU y Canadá, y los dos restantes en países de América Latina.

El período previo a la campaña oficial ha sido fuertemente cuestionado por la opinión pública, que ha observado numerosas infracciones de candidatos del partido del gobierno, quienes acompañaron al Presidente en varias inauguraciones e inspecciones de obras, expresamente prohibidas por el estatuto vigente. Entretanto, el TSE de mayoría gobiernista no pasó del exhorto, que demostró una vez más la debilidad institucional del Ecuador frente a excesos comprobados por todos los medios de comunicación y desmentidos por el régimen.

El pueblo ecuatoriano en este lapso recibirá una verdadera avalancha de promesas, a través de mensajes pagados por el Estado y difundidos por diferentes medios masivos. Será la preparación para escoger a los mejores ciudadanos y ciudadanas, y sobre todo a quienes presenten propuestas viables.

La elección no será fácil, aun cuando cada elector vaya con una “ayuda memoria”, pues, de acuerdo a los pilotajes realizados por el TSE la “sábana” que recibiremos será tan grande, que la gente bien preparada y letrada necesitará al menos cinco minutos. Esto en la parte formal, y en la de fondo debemos ser optimistas en principio, aunque la incertidumbre llena el panorama electoral.

Veamos algunos escenarios: 1) el Presidente Correa obtiene una mayoría afín a su proyecto político. La Asamblea de plenos poderes podría dar por terminado el período del Congreso, y comenzar en el Ecuador una etapa de autoritarismo. Esta posibilidad es real, pero tiene riesgos; 2) el Presidente no obtiene mayoría; por lo tanto, no podría realizar las reformas anunciadas. La confrontación podría generar una crisis generalizada; 3) las fuerzas políticas, económicas y sociales formulan un acuerdo nacional, y como resultado surge un proyecto político nuevo, diferente y de concertación nacional.

Por eso, las promesas electorales deben impedir los extremismos, de izquierda o de derecha, y ofrecer cambios que estén mediados por el sentido común y la realidad. En esa línea de pensamiento un acuerdo nacional es urgente.