8 de julio de 2007

La tercera vía

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Una reflexión crítica sobre la realidad de hoy y las perspectivas de cambio, sobre la base de una alternativa posible, si hay voluntad política.

Por Fausto Segovia Baus

Mayer Anshel Rothschild hace más de un siglo dijo: “Déjenme emitir y controlar el dinero de la nación y no me importa quien escriba las leyes”. Estas palabras resuenan en el mundo globalizado de hoy, donde una elite financiera con el poder para mover billones de dólares, controla el dinero y las finanzas de la mayoría de los Estados del planeta, a partir de la crisis monetaria que derrumbó el sistema de tasas de cambio fijas, hace un cuarto de siglo, aproximadamente.

Las desigualdades existentes en el mundo y la dependencia al capital financiero internacional, cuyo telón de fondo es la impagable deuda externa, ha llevado a muchos académicos, políticos y economistas a promover soluciones cortoplacistas y emergentes, en la línea tradicional: ajustes macro económicos, privatizaciones, estímulos a la inversión extranjera, mercado bursátil tipo Wall Street y numerosas exenciones impositivas.

Concentración de poder

Norman G. Kurland y Michael D. Greaney, del Centro para la Justicia Económica y Social, de Washington DC, plantean una tercera vía, porque “tanto el socialismo como el capitalismo concentran poder en los niveles superiores. No es una diferencia importante –dicen- que en el capitalismo la concentración se da en manos privadas y en el socialismo, en el Estado. Las mezclas de los dos sistemas, que en los Estados Unidos llaman “economía mixta” o los modelos escandinavo o japonés, se diferencian únicamente en el grado de su injusticia social, ineficiencia económica, inseguridad humana y alienación...”

La tercera vía consistiría en crear una economía de mercado más justa, según los autores mencionados. El eje de este modelo sería una amplia distribución de la propiedad, que generaría, a su vez, una democracia política real, como expresara Lord Alton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe siempre”. La opción aparece entonces clara: “Nuestra protección contra la corruptibilidad de la concentración del poder es la descentralización del poder, mediante la democratización de la propiedad que equivale, en esencia, a la democratización del poder”.

Nueva riqueza

La tercera vía intenta superar la posición fundamentalista de la derecha que confía ciegamente en la competencia de los mercados libres, que traerá prosperidad y justicia, y la posición de la izquierda académica que, ubicada en la otra orilla, propone combatir las leyes de la oferta y demanda con un Estado-bienestar gigante e impuestos confiscatorios que aseguran migajas para los pobres.

“El énfasis de la tercera vía radica no en la redistribución de los ingresos –que ha sido una política siempre fallida por engañosa y perversa-, sino en otorgar a los ciudadanos y ciudadanas medios sociales y económicos, así como un sistema jurídico que los estimulen para crear su propia y nueva riqueza, y para compartir beneficios con amplitud, solidaridad y equidad”. En suma, se trata de preparar un recurso humano sensible y capaz para producir riqueza, tener acceso a una propiedad efectiva de bienes y servicios, y no depender de un Estado benefactor que ofrece sueldos de hambre, caridad o bonos de pobreza.

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