7 de julio de 2007

Transparencia: piel de la democracia

fsegovia@interactive.net.ec

La democracia es una experiencia de libertad. Esa libertad es una actitud que se vive y expresa a través de palabras, gestos, movimientos y mensajes verbales y no verbales. La libertad de expresión está mediada por la comunicación, más aún en esta época en la cual prevalece el medio antes que el mensaje propiamente dicho. Pese a ello, la ciudadanía civil está en marcha.
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Por Fausto Segovia Baus

No resulta exagerado manifestar que vivimos en una democracia mediática, donde lo que dicen nuestros dirigentes se amplifican por los sonidos y las imágenes, y forman parte –queramos a no- del comentario cotidiano. La palabra de esos personajes cobra entonces una dimensión extraordinaria, porque ha adquirido una “visibilidad” e impacto notable en las audiencias y en la conciencia de cada ciudadano.

La palabra es poder

Cuando habla el Presidente, por ejemplo, los medios ponen atención, graban sus mensajes y transmiten noticias, en directo o en diferido, al país y al mundo. La palabra del Presidente tiene evidentes repercusiones políticas, económicas y sociales. Por un concepto mal expresado puede crearse un conflicto, bajar o subir el riesgo-país, los bonos de la deuda y nacer una gratuita pugna de poderes.

La palabra es un poder, pero cuando esta palabra lleva a confusiones, equívocos o mal interpretaciones produce el efecto contrario: desconfianza. La palabra del Presidente es la palabra del poder. En ese sentido, la confianza constituye el capital político más importante de un gobernante y de una sociedad, sobre todo en la sociedad ecuatoriana que requiere certezas y un cambio de los modelos tradicionales de hacer política, como se ha anunciado.

Confianza y seguridad jurídica

La necesidad de confianza –padre y madre de la seguridad jurídica de un país- exige de los líderes mesura en sus palabras, aplomo y reflexión ponderada en sus pronunciamientos, y además un atributo clave: responsabilidad política. La palabra reflexiva siempre será una palabra responsable.

En este punto creo que es necesario analizar otras variables. Para un dirigente no es fácil presentarse ante los medios –numerosos micrófonos, cámaras y luces- y encontrar respuestas apropiadas a preguntas a veces irreverentes, contrastantes e incisivas de los reporteros, ávidos de noticias “frescas”. Un Presidente, en nuestro concepto, tiene el deber de comunicarse con su pueblo, pero debe hacerlo en los lugares y circunstancias apropiados. Por excepción está bien una rueda de prensa en la calle. Porque los asuntos del Estado merecen transparencia, eficiencia, responsabilidad y oportunidad.

Comunicación de doble vía

Es cierto: la democracia respira en espacios abiertos. La comunicación de doble vía es necesaria e ineludible; por esa misma razón la certidumbre de la palabra exige escenarios y actitudes compatibles con una estrategia comunicativa que resignifique la palabra de los gobernantes y la convierta en un producto confiable, inteligente, eficiente y responsable.

Hay que fraguar sobre la marcha el camino de una comunicación política que lleve a los gobernantes, a los medios y a los mediadores a un proceso de transparencia real, donde la verdad y la eficiencia sean las columnas vertebrales del gobierno de la palabra. No se saca nada con denuestos y amenazas; tampoco con guerras verbales que producen resultados estériles para todos los actores y fundamentalmente desprestigio. ¡Y una democracia desprestigiada no merece ser NOTICIA!

Nuestro voto por la transparencia que es la piel de la democracia.

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